El próximo 21-A se celebran las elecciones en Euskadi. A la hora de escribir esta reflexión, se llevan apenas unos días de su campaña electoral y, observando la prensa del resto del Estado, apenas acapara unas pocas líneas y casi ninguna portada.

La razón principal de ese desapego tiene que ver con que en estos momentos de ruido ensordecedor en el resto del Estado, en Euskadi reina la paz. 

Existen diferencias ideológicas, algunas profundas, confrontamientos políticos, pero desde que la violencia abandonó la escena social y política el aire es cada vez más respirable.

La comunicación es máxima entre diferentes, incluso entre muy diferentes, por eso todos los análisis indican que podría haber incluso tres tipos de pactos sin que nadie se rasgara las vestiduras. 

Uno, entre independentistas PNV-Bildu, otro entre las fuerzas de la izquierda PSE-Bildu y el más probable, la continuación del actual gobierno PNV-PSE que tan buenos resultados está dando. 

Quizás porque aún es pronto para la segunda opción, pero no habría que descartarla de cara a las próximas elecciones.

El subidón previsto para la izquierdas aber-tzale que puede llegar incluso a los 28/29 parlamentarios, indica que poco a poco están demostrando que van estando, aunque aún les falte un recorrido, preparados para gobernar.

Un incremento a costa de la izquierda del PSE que va a pagar muy duro sus desavenencias al ir en dos listas, Sumar y Podemos. Alguien en ese mundo debiera analizar con rigor lo ocurrido.

Por otro lado, el PP continúa su posición intrascendente incluso con la probable desaparición de Vox. 

De cara a las elecciones europeas, les toca transitar por terreno inhóspito, ahora por estas ; después, por las de Catalunya en las que su posición resulta aún más débil.

Euskadi es un ejemplo para el resto del estado no sólo en el periodo electoral, también en el habitual. 

Quizás lo haya sido siempre por encima de las tensiones que originó la violencia. 

Por eso, en estos instantes que hacemos una loa de la figura política que se acaba de perder, José Antonio Ardanza, se hace alusión precisamente a eso; su capacidad para el diálogo y el entendimiento.

Que hace casi cuarenta años, en momentos extremadamente convulsos, fueran capaces de firmar el Pacto de Ajuria Enea que impulsó supone una lección para el resto del país. 

Veremos lo que depara el futuro pero de momento se puede decir que Euskadi ha sido, es y probablemente será un ejemplo para la política actual. 

Quizás si en el Estado el ruido insoportable que padecemos que provoca un alejamiento social de la política, se moderara al estilo de lo que ocurre por aquí, serviría para volver al escenario de la Transición.

Ojalá.