Bildu y el turismo

En Madrid sigue adelante la Feria Internacional de Turismo, FITUR, y allí se ha obrado el milagro. El milagro de escuchar a dirigentes de EH Bildu, alcaldes y concejales de localidades de gran atractivo turístico, vender los reclamos de dichos enclaves para atraer visitantes. Hablamos de la misma formación que aquí critica y demoniza el turismo, pide promocionarlo menos y apoya a distintas asociaciones y grupos de presión. ¿Por qué lo que en Euskal Herria no vale ni en pintura, pasando Pancorbo es hasta deseable? Que me lo expliquen, porque sólo veo una falta de coherencia palmaria.

Esto tampoco lo entiendo

La pregunta que plantean en El Economista es pertinente: “¿Por qué se dispara el precio del aceite de oliva si la cosecha ha sido mejor este año?”. Mejor y un 15% superior a la de 2022. El precio de este producto sigue siendo un auténtico quebradero de cabeza para los consumidores, que parece que nos hemos acostumbrado a ver precios disparados de hasta 10 euros por litro. Pese al pormenorizado análisis del artículo para tratar de explicar la subida, no puedo dejar de pensar en lo que lleva meses rondándome: Nos escupen en la cara y, encima, nos convencen de que llueve.

Guerra de lucecitas

No hay nada más miserable que juzgar la crudeza de un conflicto, de una guerra, por el número de muertos. Como si, a más cantidad, el drama ganara enteros. Ahora, con las cifras de muertos en Gaza y Ucrania, corremos el riesgo de mirar atrás y anestesiarnos. Tomemos como ejemplo una de las grandes ignominias de este siglo, Irak. El número de muertos real no lo sabremos jamás (el Pentágono de EEUU reconoce 4.500 bajas, pero un proyecto de la Universidad de Brown eleva la cifra hasta las 275.000). Desde luego, no para calificarlo de “guerra más bien como de lucecitas”, como hacía Lucía Méndez, periodista de El Mundo, en una tertulia.

Genocidio no, alto el fuego tampoco

Dentro de lo maravilloso que me parece que haya tenido que ser Sudáfrica el país que le pinte la cara a Israel al llevarle ante la justicia internacional, la resolución que conocíamos este viernes es más de lo mismo: declaraciones grandilocuentes, pero nada que realmente vaya a parar esta locura. La Corte Internacional de Justicia ordenaba al país hebreo que tome todas las medidas necesarias para prevenir un genocidio en Gaza, pero no pedía un alto el fuego. Hago como que hago, pero en realidad no hago nada. Y así llevamos ya tres meses, con más de 26.000 muertos.

¿Una de espías?

Absuelto el joven británico que envió a sus amigos un mensaje en el que decía ser terrorista y estar dispuesto a volar por los aires el avión en el que volaba a Menorca. El mensaje fue, al parecer, interceptado por los servicios de inteligencia británicos y derivó en una emergencia nacional, con movilización de un F18 del Ejército del Aire incluida. Se pone poco el foco en el imbécil que escribió el mensaje y mucho en el espionaje privado, que somos ingenuos si descubrimos ahora. A mí tampoco me gusta, pero admito que el 11 de septiembre de 2001 muchos hubieran querido ese nivel de espionaje.