Hace unos días, la FundéuRAE eligió polarización como palabra de 2023. A tenor de cómo ha empezado 2024, no descartemos que repita título. Polarización ha relevado en la cúspide del lenguaje del año a inteligencia artificial. Si nos ciñéramos a estas designaciones como termómetro de la evolución de 2023, francamente, diría que la cosa ha ido a peor. Y eso que a mí lo de la inteligencia artificial –otro día hablamos de la demanda que ha interpuesto The New York Times contra OpenAI y Microsoft por ChatGPT– me despierta más inquietud que esperanza. Otra cosa fue la palabra de 2022: vacuna. Ahí sí, ahí sí había motivos para la fe en el ser humano. En el recién extinto 2023 compitió polarización con términos como amnistía –no creo que vaya a descansar mucho esta palabra a lo largo de este 2024–, euríbor –hay temas que siempre vuelven, viva el eterno retorno– o FANI, acrónimo de fenómeno anómalo no identificado. También era candidato el sustantivo guerra, concepto consustancial al ser humano, tan antiguo como él, siempre presente. Pero también estaba humanitario, que deriva del francés humanitaire, y este a su vez de humanité, humanidad, eso que a los seres humanos, paradójicamente, parece que nos es tan ajeno. Era mi candidata. La guardo para el próximo diciembre.