En Vitoria lo de vivir en comunidades con caldera comunitaria –muchas están en el tránsito además hacia los contadores individualizados, que es otra guerra– es una cuestión mucho más común que en otros lares y, quien más quien menos en esta situación, muchos gasteiztarras ya están echando cuentas del pico extra que les va a suponer la calefacción este invierno o, los menos agraciados económicamente, el frío de más que van a verse obligados a pasar por no tener dinero para hacer frente a la monstruosa subida de precios que se avecina. La tiritona va a ser curiosa, ya sea para los bolsillos o para las propias personas. Como casi siempre en estos casos, lo peor de todo es la desinformación que sufren los afectados, a los que se les prometen unas ayudas que nadie sabe cómo se tramitan ni cuándo van a llegar. La solución de urgencia en muchos casos ha sido retrasar el encendido de las calefacciones y lo de tenerlas menos horas en funcionamiento también es una decisión asumida por todos. El objetivo es pasar el mínimo frío posible gastando justo lo indispensable para pasar este invierno como sea. Eso sí, a futuro es obligada una reflexión de la dependencia energética y de la necesidad de apostar por fuentes de energía más cercanas.
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