i hace dos años alguien nos hubiera contado lo que nos quedaba por vivir, no lo hubiéramos creído. Si hace dos meses nos cuentan lo que estaba por llegar, tampoco lo hubiéramos creído. Si hoy hacemos una predicción a futuro, nos costará acertar más allá de unas pocas semanas, pero la acumulación de diferentes factores nos pone en alerta y nos obliga a prepararnos para un escenario socioeconómico diferente. La velocidad en los acontecimientos nos recoloca y nos obliga a tomar decisiones profundas, estratégicas, aunque también urgentes y de forma compartida.
Estamos ante un colapso evidente del sistema agroalimentario global, que se ha demostrado fallido, lleno de contradicciones, implacable con las personas que producen, y por tanto, y aunque cueste creerlo, también con quienes consumen.
El sistema actual se disfraza de sostenible, de respetuoso y de eficiente, pero es falso. La liberalización de los mercados se ha demostrado ineficaz. En 2022 hemos sufrido desabastecimiento de alimentos, problemas de suministro energético, de transporte, escasez de materias primas..., por lo que nos toca ponernos en alerta, revisar lo que tenemos y buscar alternativas que nos ofrezcan certeza, seguridad y bienestar. Lo que en las últimas décadas nos han vendido como el modelo agrario ejemplar, a día de hoy ya ni siquiera responde a las necesidades de quienes cultivan la tierra, no es capaz de alimentar de forma justa y equilibrada a la población y ha incrementado las desigualdades económicas y sociales, incrementando la brecha entre las ciudades y los pueblos, entre las grandes urbes y el territorio, entre el asfalto y la tierra... La ambición económica de las grandes corporaciones ha traspasado todos los límites, dejando a su paso un reguero de personas pobres y dependientes. Es hora de moverse, y de proponer un sistema agroalimentario solidario, amable y justo.
Si al escenario de cambio climático que ya está aquí, le añadimos otros factores como la crisis energética actual y el incremento de costes generalizado, entendemos que el momento de tomar decisiones ha llegado. Tenemos un planeta, que no nos pertenece y que no olvidará cómo lo tratamos, por lo que además de producir alimentos es prioritario proteger la tierra, los animales y las personas. Los datos están ahí: el 45% de la energía que consumimos en la CAPV lo origina el transporte, y una parte considerable se debe al sistema alimentario globalizado, además de los insumos basados en combustibles fósiles, plásticos y demás. El compromiso con el clima nos exige modificar la forma de producir y consumir alimentos, y hacerlo de forma medioambientalmente sostenible. No olvidemos que la estrategia europea “de la granja a la mesa” marca que para el año 2030 un 25% de la producción sea ecológica. Ante esto no podemos cruzar los brazos. Toca moverse.
Por esto, desde EH Bildu hemos decidido proponer un plan: Uztaraba. Una hoja de ruta abierta al debate, para consensuar y visualizar el camino a seguir en busca de una soberanía alimentaria real en el territorio, porque es posible. Un plan ambicioso, sí, que se basa en el reacoplamiento entre la ciudad y el territorio a través de la socialización y de la recuperación del orgullo rural colectivo. Un plan que pretende conseguir unos objetivos concretos de autosuficiencia alimentaria local y ecológica, para lograr que en el año 2050 el consumo de alimentos locales en Araba sea del 80%. Somos conscientes de la dificultad, pero la situación actual nos reclama dar pasos y ser valientes. Es esencial tomar medidas concretas, priorizando un modelo agroganadero unido a la tierra, medioambientalmente ambicioso, y atractivo como modo de vida para generaciones futuras. Apostamos por un sector independiente, autónomo, rentable, que aumente la oferta de productos de calidad y que los venda a un precio digno.
No vale con darle un barniz verde o biotecnológico al sistema agroalimentario actual, hay que apostar decididamente por una transición hacia un modelo distinto. Para conseguir este viraje hacen falta acuerdos amplios y voluntad política. Proponemos crear un Consejo Alimentario, implantado de forma comarcal, donde participe la administración, el primer sector, las ADRs, cooperativas y empresas agroalimentarias, entidades locales y agentes sociales para crear estrategias a nivel territorial y comarcal. Siendo conscientes de la complejidad de los cambios, no pueden quedarse en medidas puntuales, sino que de forma acompasada deben de buscar un cambio en todo el ciclo agroalimentario, en la producción, transformación, distribución y consumo de alimentos locales saludables. Junto con esto hay que facilitar transiciones progresivas de la agricultura convencional hacia sistemas agroecológicos, buscando una mayor diversificación, fomentar espacios periurbanos enfocados a la horticultura y a la diversificación de productos, nuevas incorporaciones, tierra pública, trazabilidad social, centros logísticos agroalimentarios, cambios en los hábitos de consumo, condiciones dignas de las personas que trabajan la tierra...
No es tarea fácil, pero hay que abordar este camino. En Araba, además, más de un tercio del territorio es tierra agrícola. Con los datos actuales podríamos ser hoy mismo autosuficientes en cereales, leche, huevos, patatas y otros alimentos. Una apuesta así, ayudaría a la economía local, a conseguir sistemas comerciales más justos, a revitalizar los pueblos y comarcas más rurales, al sector agroganadero, a la estrategia climática, a una alimentación más saludable y nutritiva, y a la mejora de la tierra y la biodiversidad. En definitiva, enfriaríamos el planeta desde Araba ganando todas y todos. Merece la pena.* Junteros de EH Bildu Araba