gual soy corto de entendederas, pero algo no cuadra en las propuestas de Vox a la hora de enfrentarnos al pasado cuando no es capaz de aceptar ni reconocer lo asumido por todos a nivel universal. Me refiero a su archiconocida propuesta de ley de concordia, en sustitución de las leyes o decretos sobre memoria histórica, y su reacción airada contra el uso tan pertinente que llevó a cabo el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, sobre el bombardeo de Gernika.
Para los voceros de Vox, este paralelismo histórico fue poco menos que un anatema, pura y simple propaganda comunista que ha calado en Europa del este. Pues el verdadero y único crimen a tener en cuenta es y debe ser la masacre de Paracuellos. Para los que nos dedicamos a estos temas, no es tan sorprendente esta reacción ni tales palabras. Cuando se trata de analizar y descubrir la verdad de los horrores del franquismo durante la guerra, todo se reduce a Paracuellos (o lo que es lo mismo que los rojos actuaron peor); que sí, que fue un crimen atroz, pero para la ultraderecha no hay más, no hay otros temas. Paracuellos es el principio y final de la barbarie comunista, la justificación de la contienda (lo cual no tiene sentido porque fueron los propios militares los que la orquestaron, aunque ni eso reconocen) y, como no, demonizan las políticas de memoria tanto estatales como autonómicas porque no se atienen, precisamente, a dicho inequívoco guión. Sin embargo, Zelenski acertó de pleno.
Gernika no es algo puntual, sino un referente muy emblemático a nivel mundial. Primero, por lo que significó el bombardeo aéreo en sí mismo, arrasando un núcleo de población indefensa y provocando cientos de víctimas civiles. Segundo, por el simbolismo ético y moral que trajo consigo, a tenor de que el régimen franquista, en vez de asumir su gravísimo error, señaló a otros como culpables, queriendo alterar la verdad de lo ocurrido. Peor no lo pudo hacer y desveló, a las claras, la entidad autocrática y criminal de su naturaleza. En todos los libros de texto aparece reflejado el suceso. Es clave para entender el horror de la guerra y denunciar los fascismos. Y aunque también hubo otros bombardeos durante la contienda, Durango, Eibar, Madrid, Barcelona, etc., ninguno es como Gernika. Cada 26 de abril se conmemora tan fatídica fecha con el fin de no olvidar y de denunciar los horrores de la guerra y la lucha contra la desinformación.
Quien no conoce o ha oído hablar del bombardeo, mal, pero quien lo malinterpreta, como Vox, es inexcusable. Si esta caterva de ignorantes son los que nos tienen que gobernar algún día... Tristemente, aún hoy día, en Gernika hubo un número indeterminado de personas asesinadas por este raids de terror perpetrado por aviones alemanes e italianos, bajo mando de Franco. Fueron cien, doscientas o mil (no hay consenso al respecto) las que cayeron víctimas de las bombas, fue imposible contabilizarlas con exactitud; pues las tropas franquistas que ocuparon la villa unos días más tarde de la ola de fuego y devastación, lejos de dedicarse a contabilizar los fallecidos, lo quisieron negar. La verdad fue sacrificada ante la vergüenza internacional provocada. Si bien, hay que puntualizar que no es el número de muertos un tema importante, sino el significado que cobran. Las víctimas, como las de ETA, las miles de Dresde, Hiroshima o Nagasaki merecen siempre una consideración y respeto absoluto. Vulgarizarlas como si las de Paracuellos fuesen más valiosas por quien cometió los asesinatos es demencial. No es propio de quién respeta y valora la democracia; no es propio de quien supuestamente quiere asumir ese pasado con una incongruente, a la vista está, ley de concordia.
Dicho así, no hay modo de tragarse esta patraña. Si Vox quiere reconciliar a los habitantes de la península, ¿a qué tanto frío y visceral sectarismo? El eurodiputado Herman Tertsch calificó Gernika de “iconografía soviética” ... Fernando Paz (candidato de Vox por Albacete) ha dicho que “se lo inventaron los ingleses” (ya me dirán para qué, porque ahí nos dejaron en la estacada sin intervenir) y Abascal, a pesar de haber nacido en Euskadi, piensa en las guerras napoleónicas o en Paracuellos antes que en los guerniqueses asesinados.
Desde luego, Zelenski, sin quererlo, puso el dedo en la llaga, acertó de pleno en su comparativa. Los rusos no dudaron en tildar la matanza de civiles provocada en Bucha (y otras ciudades) como de montaje. Ellos no podían cometer tal salvajada porque son honorables caballeros que respetan la vida de la población, sus hermanos, los ucranianos... aunque si fuese así, entonces, no habrían invadido su país. Está claro que el simbolismo de Gernika hoy cobra más sentido que nunca, se rebela contra la mentira y el engaño, contra el constante esfuerzo de zapa de ciertas corrientes ideológicas que se empeñan en desdibujar el mundo distinguiéndolo entre buenos y malos, en un simplismo malicioso, en el que ellos son siempre los buenos... Gernika, Bucha y otros muchos lugares deben alentar nuestras conciencias y sentido común; deben hacernos entender la importancia que cobra la Historia, no solo como un relato más o menos exacto de lo ocurrido, sino como baluarte de quienes la utilizan para volver a armar y justificar las doctrinas del odio y del resentimiento.
El mundo de ayer y de hoy no son tan distintos como pretendemos creer. El extremismo y el totalitarismo no fueron enterrados con Franco, Hitler, Mussolini o Stalin, por citar a los más representativos, son como vientos que se desplazan por la superficie del planeta guardando su oportunidad para volver a seducir con sus cantos de sirena. No tienen pinta de que puedan extinguirse, de ahí que sea tan sustancial educarnos bien y armar bien nuestras conciencias frente a ellos. La tolerancia y la intolerancia no tienen que ver con los demás, sino con nosotros mismos. Y, ahí, la Historia es un paraje áspero y brutal que nos enseña la cruda faz de los comportamientos inhumanos y nos ayuda a identificar y denunciar a los fanatismos de turno. * Doctor en Historia Contemporánea