yudar a aliviar el sufrimiento es una prioridad en el cuidado de todos los pacientes y tiene sus raíces en los mismos orígenes de la profesión médica. Hablamos de medicina preventiva cuando nos dedicamos a evitar que la persona enferme. Hablamos de medicina curativa cuando hemos de actuar porque no hemos podido prevenir el enfermar. Pues bien, cuando no es posible ni lo uno ni lo otro, hablamos de medicina paliativa; una medicina que tiene que ver con la medicina del cuidado y la medicina del acompañamiento.

Estamos viviendo en la actualidad la cultura preventiva con la estrategia de las vacunas ante la pandemia de la covid-19, así como con las estrategias del diagnóstico precoz de las enfermedades para evitar el tener que curarlas. La cultura curativa la tenemos presente cada día con los distintos tratamiento médicos y quirúrgicos. Pero necesitamos también de la cultura paliativa que contempla la manera de hacerse cargo de las personas cuando padecen una enfermedad avanzada, incurable y en fase terminal.

Es necesario que incorporemos la muerte a la vida y dejar de considerar la Medicina como algo que consiste solo en evitar que la gente muera. La sociedad trata de ignorar la muerte; la juzga como un fracaso y procura postergarla cada vez más, asumiendo como un triunfo la cultura de los trasplantes y la sustitución de tejidos y órganos por nuevos tejidos o prótesis artificiales.

Esta sociedad llega a creer que la tecnología puede solucionar todos sus problemas de salud y, cuando se habla de demorar o evitar la muerte, ya no le parece una utopía más o menos absurda e inalcanzable. Todos los avances de la Medicina han generado en la sociedad una especie de delirio de inmortalidad, otorgando al médico una sabiduría, omnipotencia y omnisciencia que, lógicamente, no posee.

El médico asume el papel omnipotente que le solicita la sociedad al dejar en sus manos la vida de los enfermos. La sociedad desea la inmortalidad, aunque no sea posible, pero la desea, no quiere asumir la muerte como una etapa natural de la vida; la niega, la quiere olvidar y piensa en conseguir la inmortalidad. Ante este delirio de inmortalidad hemos de ser realista ante nuestra terminalidad. ¿Cómo la podemos asumir y ayudar a asumirla?

Cuando la técnica ya no es suficiente ante la terminalidad de una enfermedad, la Ciencia debe estar acompañada del acercamiento humano para ayudar a la persona que se encuentra frente a la muerte. Nuestra sociedad debe asumir también una cultura paliativa que está basada en la compasión y en el acompañamiento a la persona que sufre, dos herramientas fundamentales de la Medicina Paliativa.

La compasión es el entendimiento y la empatía ante lo que le ocurre y le preocupa a la otra persona. Tener compasión es mucho más que experimentar un sentimiento de pena o lástima hacia alguien, porque eso supondría mirar a la persona sufriente desde arriba, como si nosotros estuviéramos situados en mejores condiciones o desde una mayor fortaleza. La compasión requiere sentir empatía hacia el dolor del otro, ponernos en su mismo nivel y comprender su problema, como si fuéramos nosotros los que lo tuviéramos. Supone adentrarse en la dificultad de la otra persona para intentar hacerse cargo de ella, queriendo aliviar su carga, queriendo hacer algo por aliviarla y poniéndose en movimiento para conseguirlo.

La otra herramienta de la Medicina Paliativa es el acompañamiento. Desde mi larga experiencia acompañando en la enfermedad y en el último viaje de las personas, he podido constatar que uno de los síntomas que provocan más sufrimiento es la soledad y que lo único que alivia este tipo de sufrimiento es la compañía. Lo esencial en el proceso de acompañar es no dejar solo a quien no desea estar solo. Cuando se ha perdido la esperanza de que la enfermedad que padece vaya a poder ser curada, es de suma importancia que quien la sufre sepa que está siendo cuidado por otros para aliviar su sufrimiento. Por otro lado, acompañar en el proceso de morir es una oportunidad -para nosotros los cuidadores- de estar cerca de quien camina hacia su destino antes que nosotros. Es una buena ocasión para reflexionar sobre temas tan importantes como la distinción a lo largo de nuestra vida entre lo profundo y lo superficial, valorar el tiempo, la familia y los amigos.

No nos conformemos con una cultura preventiva y otra curativa; optemos también por una cultura paliativa que nos ayude cuando no sea posible ni la una ni la otra. * Director del Instituto para Cuidar Mejor. Hospital San Juan de Dios de Santurtzi