uando en Madrid lees que hay peleas sangrientas de bandas latinas no sabes si se están refiriendo al pugilato siniestro de los gamberros malintencionados del Partido Popular o a las temibles maras dominicanas de barrios y guetos periféricos que tiran de pistola cada dos por tres, de pistola y de machete. Los otros, los que no están en el barrio de Usera o Tetuán, sino en la calle Génova o atrincherados en el bunker de la Puerta del Sol tiran de mentiras, de difamación, de injurias y de negocios sucios que no es que queden impunes, sino que están exentos digamos de responsabilidad penal en la media en que no alcanzan siquiera el grado de investigados penales. Da la impresión de que la administración de justicia los protege y que lo saben.
Así las cosas, a quién puede extrañar que en un clima de bronca permanente a manos de bandas ibéricas, que no latinas, las muy patrióticas del intratable país de la navaja y la garrota, y el Paquito el Chocolatero como himno nacional, haya quedado absuelto un personaje tan turbio como el Entrambasaguas por el acoso a los hijos de Pablo Iglesias e Irene Montero, en una sentencia que sin duda va a marcar época y crear jurisprudencia. Digo lo de turbio para evitar escribir lo que de verdad pienso de él y que solo se puede expresar en términos poco apacibles, como es del dominio público.
No hay acoso por parte del periodista que incordió todo lo que quiso y más a la persona que estaba a cargo de los hijos de estos y a estos en consecuencia porque contra ellos iba dirigida la acción, pues ese es su repulsivo estilo, porque los niños pequeños no se enteraron del acoso que solo padeció la cuidadora, que es quien debería haber interpuesto la querella... ¡Carajo! Eso quiere decir que con un menor de edad se puede hacer lo que se quiera porque no se entera, es dice que el menor no está protegido frente a los abusos que pueda padecer y que la patria potestad es agua de cerrajas. Por extensión, se llegaría a la perversión de estimar que una víctima de violación grupal fuertemente drogada, inconsciente, está a merced de esa jurisprudencia y de sus violadores. Hablar de perversión moral en ese caso sería poco.
Absuelto el empleado del diario de Inda que recibe de manos de la judicatura una carta de marca para seguir haciendo lo que le da la gana en su máquina de cieno pues raras veces es condenado. Curiosa en todo caso la carrera del juez Maman o más que curiosa, temible. No le falta razón al diputado Echenique en lo publicado en redes sociales: “El juez David Yehiel ha sentenciado que un sicario ultraderechista disfrazado de periodista puede acosar bebés con total impunidad. Por cierto, dictó sentencia el mismo día del juicio. Lo tenia ya sentenciado antes del juicio”.
De lo que hizo el periodista de OK diario, junto a hampones de la política boliviana y no boliviana, a favor de un golpe de Estado en Bolivia, que hablen los jueces bolivianos... si es que el menda puede pisar suelo boliviano. No estaría de más que Bolivia pidiera la extradición de Entrambasaguas para responder de lo hecho allí (ampliamente documentado), a la sombra del infame ministro Murillo, hoy escapado en los Estados Unidos y allí procesado por delitos económicos, dado el irreprimible amor que tiene esta gente a meter la mano en todos los cajones que pueden o a poner el cazo y servir a quien mejor pague.
Nuestro clima social prepospandémico consiste en que no hay día que de una forma u otra, policial, política, judicial, mediática, no se sientan las bases de una anormalidad democrática, de una profunda desconfianza en las instituciones cada día más sectarias, de un estado de corrupción política y de una quiebra de la convivencia pacífica que no esté basada en la sumisión o el total sometimiento por la fuerza de una de las partes en conflicto. Hemos llegado a un punto en el que si hablas de convivencia y de entenderse por encima de diferencias ideológicas, te acusan con desprecio de equidistancia. ¿Qué puedo compartir con quienes aplauden al juez Maman en su sentencia como quien aplaude un descabello taurino? Nada, menos que nada.