on tristeza hemos acogido muchos la noticia de la no admisión por parte del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, de los recursos presentados por la defensa de los muchachos de Altsasu en aras de que se reconociera el no haber gozado de un juicio justo, sino plagado de flagrantes irregularidades dirigidas a obtener una condena radicalmente desproporcionada. Tristeza e inquietud. Esa resolución del TEDH anuncia un mal futuro en aras de la seguridad jurídica en materia política y a nuestra capacidad de defensa en asuntos de corte político, y este de Altsasu lo es: no era en modo alguno terrorismo, pero sí se convirtió de inmediato en un asunto político y así fue tratado.
Los muchachos de Altsasu fueron condenados desde el mismo momento en que sobre ellos se armó una eficaz camorra policial, mediática, política y judicial que buscaba no un juicio justo sino una condena vengativa y ejemplar.
Era una cuestión de conciencia creer en la muy verosímil versión de los encausados o una cuestión plenamente ideológica de corte patriótico rojigualdo apoyar el relato mediático-policial y darle cuerpo al sesgo ideológico y sectario que iba adquiriendo todo lo relacionado con la pelea de bar. Se mintió a placer, desde instancias políticas, en medios de comunicación y en el alcantarillado de las redes donde sigue hirviendo hoy un odio vengativo. El juicio fue escandaloso con su no admisión de pruebas, su soberbio desprecio de la recusación y su desdén por los testimonios reclamados desde el primer día. Y escandalosa fue la desproporcionada condena si se compara esta con la recaída en muchos otros asuntos de delitos extremadamente graves.
Me temo que el foso cainita que nos separa no va a cerrarse jamás, como no sea en falso y por sumisión. No compartimos y no compartiremos. La convivencia queda dañada, el asco irrestañable. Quedará el relato de parte, al de las víctimas sentenciadas y encarceladas me refiero, del que no nos apeamos.
En ese sentido la sentencia del TEDH ha sido una sentencia de resultado político e ideológico. No conozco el contenido de las alegaciones del Gobierno español, pero me gustaría, e ignoro qué pitos y flautas tocaron sus representantes. Lo digo porque el resultado de los recursos resulta poco creíble en relación a la propia trayectoria del TEDH con las chapuzas policial-judiciales españolas.
Creíble o poco creíble, lo que el TEDH avala es que se puedan urdir juicios de plena intención política con ausencia de totales garantías de defensa para los acusados, en la medida en que da carta blanca, y de marca, a la no admisión de pruebas si con ellas se puede venir abajo el fin pretendido, como es la condena vengativa, poniendo en tela de juicio la actuación policial y la connivencia política con ella por parte de la magistratura que urde un relato de los hechos que se acomode plenamente a la sentencia pretendida.
Del régimen del 78 no se puede esperar otra cosa. La policía y la magistratura franquista no fueron depuradas y pasaron, como si nada, a la democracia con el bagaje de sus viejas mañas y modos dictatoriales. No hay que extrañarse por tanto de la connivencia policial-judicial que en asuntos políticos padecemos. Y este de Altsasu lo es por el tratamiento que dieron a los hechos el complejo mediático-policial-judicial. El tiempo no ha hecho sino darle salud a esa genética de cara a un nuevo autoritarismo con mañas viejas que tiene intención de implantarse por las urnas azuzando a diario la peor entraña (demostrada a diario) de sus posibles votantes. Los métodos golpistas no pasan ya por fuerza por los patios de los cuarteles; y los regímenes poco amigos de amplios derechos y libertades públicos y privados pueden desarrollarse al amparo de democracias corruptas o monarquías esperpénticas por mucho afeite que les echen sus cortesanos.
Esto es ya muy personal, pero por mi parte, seguiré creyendo la versión de los muchachos de Altsasu y pensaré que pueden hacer conmigo lo que quieran si se les ocurre acusarme de algún asunto de intención política. Por fortuna no soy diputado, como el canario Rodríguez, ni frecuento a deshoras lugares donde puede pasar lo que pasó en Altsasu, por mucho que solo pudiera ser testigo forzoso de una bronca, por estar donde estaba y no en otra parte.