oy es un buen día para recordar que, tras un nuevo año, la situación en el mundo del fútbol y del deporte en general ha cambiado en apariencia, pero, sin embargo, permanece anclada en viejos estereotipos que no responden a la realidad actual o al menos no lo hace desde el punto de vista de la urgencia en la que vivimos. Urgencia desde el punto de vista de acabar con los techos de cristal en el deporte. Prisa por hacer frente a una pandemia que también hace mella en el fútbol. Y muchísimas dosis de realidad temprana con respecto al desarrollo de nuestros anhelos como pueblo también en el mundo del deporte. En definitiva, momentos clave para no hacer del deporte un nuevo espacio para el peor de los neoliberalismos dentro de las asimilaciones culturales impuestas. Un momento con cierta garantía para no mirar atrás en el futuro y evitar referirse al deporte como lo que el fútbol se llevó.
Nos situamos en un instante crucial en el desarrollo institucional de normas que van a condicionar los próximos tiempos para el desarrollo de nuestras aspiraciones. Estamos en la antesala de la aprobación de una nueva ley del deporte. También se está trabajando en Madrid el nuevo marco para el deporte estatal. Todo el andamiaje institucional se mueve deprisa ante lo que podría ser una llegada a plazos de la extrema derecha. ¿Acaso no estaba ya afincada en el mundo del fútbol? La urgencia institucional está siendo sinónimo de falta de profundidad en las reformas y la permanencia en la sombra del fantasma del “Paquito futbolero” al son del famoso chocolatero, ya que, tras el clásico pasodoble, suele venir el “¡Quieto todo el mundo!”
La falta de movimiento es en ocasiones miedo implícito a la confrontación.
Pero es que la economía y la financiación suelen ser la excusa perfecta para imponer criterios homogeneizadores culturales al paso de las distintas leyes deportivas. No se trata solamente de un tema en torno a la oficialidad, sino que, en el mundo del fútbol, la dependencia económica con respecto a Madrid de los clubes de élite o al menos de los de alta categoría estatal es tal, que su arraigo con los municipios a los que pertenecen o su capacidad de ir más allá de la utilización de la cantera como medio de financiación, está absolutamente limitada. Así unido a esta situación, está la respuesta ambigua de quienes creen que lo importante respecto a Madrid es “no tocar”.
Así pues, el zorro vigilando las gallinas en espera de que venga el granjero con el pienso. El alpiste es la forma de tapar debates y de aceptar la asimilación deportiva como parte natural del deporte de élite. ¿Pero qué ocurre si en situaciones como la que vivimos a través del Covid 19 se acaba este alpiste? Por mucho que haya quién afirme que “nunca volverá a pasar hambre” el fútbol con la nueva financiación de los fondos de inversión, en realidad es una venta indirecta de los derechos del fútbol modesto. Sin referentes no hay efecto copia entre los niños y niñas que se fijaran más en el Manchester United que en el Leioa club de fútbol.
Ante esta situación, siempre se tira de voluntariado y se pide la implicación de la sociedad. Pero la sociedad quiere avanzar y no quiere que pertenecer a un club se convierta en una quimera de responsabilidades sin fin que hacen que solo los funcionarios o los muy ricos puedan acceder a esos cargos. Parece que en principio tampoco este modelo atrae a las suficientes mujeres para que participen en el ámbito de la gestión deportiva y cuando se modifica la normativa para que lo hagan las administraciones públicas muestran desidia absoluta en su cumplimiento.
Además, a través de los derechos audiovisuales y de RTVE, se trata de imponer un marco de dependencia que no genera más que problemas en términos de cobro efectivo o reparto igualitario. Así pues, ¿Qué hacer en el fútbol con un sistema que no funciona o que hacer ante estas disyuntivas que se abren ante los clubes y las federaciones que ejercen funciones públicas por delegación? ¿Son los modelos de fútbol adaptado que trata de imponer la liga como un ejemplo de solidaridad un verdadero motor de transformación o son una pegatina más en una marca que suena a control y a imperio galáctico del fútbol?
En mi opinión, solamente a través de la lucha por la diferencia y contra la asimilación cultural deportiva está el camino para la supervivencia de los más humildes en el mundo del fútbol. En ello la mujer puede jugar un papel clave pues su presencia en el marco institucional y de gestión ataca de facto a un modelo obsoleto que tiene en la masculinidad y en sus planteamientos sociales no igualitarios de base el mayor de los aliados para su continuidad como ejemplo de asimilación económica indirecta.
Es sin duda un principio que ataca de base el sistema futbolístico estatal. Así pues, el futuro está abierto, pero sigue estando en manos de la gente a pesar de que en ocasiones pensemos que no tenemos capacidad de transformar. La principal virtud del fútbol es que se trata de un elemento popular donde se puede revisar cualquier cosa una y otra vez. Como decía Pep Guardiola, “no hay nada más peligroso que no arriesgarse”. La sociedad futbolística debe hacerlo para transformar y no dejarse arrastrar. Está en nuestras manos evitar los proyectos personales y pensar en global por un fútbol bajo el prisma del bien común.* Ex presidente del Comité vasco de Fútbol sala