ace unos meses el Consejo Nacional de Inteligencia de EEUU publicó su VII Informe de Tendencias Globales, que viene realizando cada cuatro años desde 1997, para prever el escenario estratégico para los siguientes 20 años. En esta ocasión venía precedido por el acierto en el informe de 2017, en el que predijo una pandemia que afectaría a todo el planeta.
El informe se realiza en base a análisis de series de datos seleccionados y entrevistas con académicos, investigadores, líderes empresariales y ONG de todos los continentes. Comienza identificando las fuerzas estructurales que entienden van a influir en el cambio de escenario en las siguientes dos décadas y evalúa, después, cómo esas fuerzas van a interactuar creando las dinámicas emergentes a nivel de los individuos, las sociedades, los estados y el sistema internacional.
El informe destaca la incidencia de las siguientes fuerzas estructurales:
, con un menor crecimiento global esperado y con dificultades significativas para mantener los actuales niveles de educación, sanidad y reducción de la pobreza, así como una mayor presión migratoria.
, con riesgos crecientes para las personas y tensiones derivadas del cambio climático para los estados, que las vivirán con una incidencia desigual, lo que contribuirá a una mayor competencia e inestabilidad entre los mismos, así como a la aparición de nuevos movimientos políticos.
, la mayor complejidad de los intercambios comerciales y la disrupción de los sistemas de empleo tradicionales exigirán una mayor planificación y regulación, sobre todo de los procesos económicos realizados de forma electrónica.
transformará las experiencias humanas y creará nuevas tensiones entre los agentes sociales.
El informe no se pronuncia sobre políticas concretas. Recalca que su análisis hace referencia al plazo de 20 años citado y no a cambios que vayan a ocurrir en un futuro cercano. Destaca, por otra parte, cinco aspectos que van a estar presentes en mayor medida en los cambios futuros:
, las enfermedades, las crisis financieras y las disrupciones tecnológicas se van a producir con mayor frecuencia e intensidad en todas las regiones y países. Crecerá la importancia de las crisis alimentarias y de la escasez de agua, producidas por el cambio climático, y su corolario de aumento de la presión migratoria. Será uno de los mayores problemas a gestionar en todo el mundo.
dentro de las comunidades, estados y el sistema internacional hará más difícil abordar los retos transnacionales. El mundo se ha hecho más interconectado, pero esa conectividad ha dividido sociedades y estados. Prevé una mejora en eficiencia, comodidades y nivel de vida producto del aumento de la conectividad, con una estimación de pasar de 10.000 a 65.000 millones de ingenios conectados por la denominada “Internet de las cosas”, pero prevé, a la vez, la formación de “silos” estancos en los que las personas se fragmentan de acuerdo con sus preferencias culturales y políticas.
y se va a producir un desequilibrio entre los mismos y los sistemas e instituciones existentes para responder ante ellos. Se va a producir un gap creciente entre las demandas y expectativas sociales y las soluciones que gobiernos y corporaciones pueden ofrecer. Surgirán tensiones en las instituciones por la falta de validez de las normas vigentes.
, los estados y la comunidad internacional. Estarán en permanente tensión las relaciones entre los ciudadanos y los gobiernos, ante las dificultades de estos últimos para responder a las crecientes demandas sociales. La política se volverá más volátil y conflictiva y ninguna región, ideología o sistema de gobierno estará inmune ni tendrá las respuestas suficientes para evitarla.
será, a la vez, necesaria y fuente de ventaja competitiva para los actores mundiales. Los cambios demográficos requerirán adaptaciones significativas en los países con una población envejecida, que requerirán un aumento de la inmigración. Los beneficios de la tecnología, por su lado, estarán desigualmente repartidos y su utilización será clave para ganar ventajas competitivas ya que el incremento de la productividad estará ligado a la utilización de la inteligencia artificial.
En ese marco, concluyen que las comunidades y Estados ganadores serán aquellos que consigan construir consenso y confianza sobre las acciones a abordar de forma colectiva a fin de aprovechar las competencias y capacidades locales de los agentes públicos y privados.
La cohesión social y la cooperación público-privada serán, por tanto, claves del éxito futuro y, por ello, una de las preocupaciones prioritarias de nuestra Fundación para los años venideros. Presidente de la Fundación Arizmendiarrieta