medida que la pandemia remite lentamente observamos que la economía mundial va configurándose a partir de algunos rasgos dominantes. El primero de esos rasgos es una franca progresión en el proceso de declive de los fundamentos, políticas y valores neoliberales, puestos ya en entredicho a raíz de la crisis financiera de 2008 y la gran recesión que ocasionó.

Este proceso, que ya ha comenzado, ocurre de la mano de otras dos tendencias interrelacionadas: (1) la apuesta por las propuestas neokeynesianas (principalmente un esfuerzo de inversión pública en las economías nacionales) y, como consecuencia, (2) una reformulación del funcionamiento de la globalización hacia un modelo de glocalización, es decir, una estructura global multiescalar en el que el mítico “mundo sin fronteras” de Kenichi Ohmae deja paso a una gobernanza reticular más activa por parte de gobiernos regionales y nacionales.

Que la globalización esté evolucionando hacia una mayor glocalización se debe, además, a dos fenómenos interrelacionados que han aparecido recientemente y de forma secuencial. El primero es la vulnerabilidad de las economías regionales y estatales a las cadenas globales de suministros, una vulnerabilidad expresada como dependencia excesiva de los mayores productores (de China en muchos casos) en situaciones anómalas o de emergencia, y experimentada de forma dramática desde los inicios de la pandemia.

El segundo fenómeno, relacionado con el anterior, tiene que ver con las disfuncionalidades creadas por la pandemia en los procesos de fabricación y distribución (a través de rutas de transporte marítimo controladas por muy pocas empresas) de todo tipo de productos de consumo, que tardan en llegar al final de la cadena o, simplemente, no llegan.

Ello hace que muchos fabricantes vuelvan a valorar la conveniencia de contar con redes de proveedores en proximidad. Esta reorganización geográfica de la producción (cuyo alcance está aún sin determinar) es un componente importante de la glocalización en ciernes.

Estas transformaciones van unidas a otras, algunas muy significativas y, por ello, se ha extendido la opinión experta de que regresar a una economía similar a la anterior a la pandemia es muy improbable, y no solamente porque el marco ideológico del neoliberalismo se considera superado.

Hay cambios obvios, como el darse cuenta de que trabajar desde casa es posible para una parte considerable de la fuerza laboral, como lo es la adopción generalizada de pedidos online para las necesidades diarias. Estas tendencias seguirán siendo partes importantes de la vida laboral y el consumo en el futuro. Es probable que, en Estados Unidos, casi una cuarta parte de los trabajadores trabajen a partir de ahora al menos uno o dos días desde casa cada semana, según predice el McKinsey Global Institute. Y el comercio electrónico, que creció tres veces más rápido en 2020 que en años anteriores, muestra pocos signos de reflujo.

Luego está la inflación, que alcanzó en EE.UU. un máximo de 13 años este pasado mes, y es ampliamente vista como el mayor riesgo que podría hundir, o al menos detener, el progreso de la recuperación. Aunque la Fed predice que este será un fenómeno de corta duración, las empresas y los consumidores ya están cambiando algunos comportamientos.

Muchas empresas están reduciendo la cantidad de producto que ofrecen por un precio determinado. Los constructores de viviendas se niegan a garantizar los precios por temor a que los costos de los materiales aumenten aún más, y los inversores están reviviendo repentinamente el interés en los bonos del Tesoro protegidos contra la inflación.

Todo esto llega en un momento en el que los trabajadores exigen salarios más altos y mejores condiciones de trabajo. Quieren más flexibilidad, más oportunidades para los trabajadores de color y más comprensión por parte de los empleadores acerca de las necesidades de salud mental y cuidado infantil.

Las empresas están prestando atención, en gran parte porque están desesperadas por encontrar trabajadores. Se estima que hay 9,7 millones de puestos vacantes en EE.UU. en este momento, una cifra nunca antes vista. No se trata de una escasez de mano de obra sino de una gran reevaluación de lo que significa el trabajo en Estados Unidos. Algunos han llamado “la gran dimisión” a las altas cifras de personas en los meses recientes que han dejado voluntariamente sus trabajos (más de cuatro millones al mes).

Respecto a la vivienda, los precios en muchos Estados han subido un 10% o más con respecto al año anterior, una dinámica muy diferente a la que experimentó el país al salir de la Gran Recesión. Muchos de los precios de más rápido crecimiento se encuentran en ciudades relativamente pequeñas, ya que muchos estadounidenses se están trasladando a lugares con más espacios verdes y sentido de comunidad.

Susan Wachter, codirectora del Penn Institute for Urban Research (University of Pennsylvania), predice que el país está al borde de una crisis de viviendas de alquiler. La moratoria nacional de desahucios y desalojos ya ha caducado, y muchos propietarios han aumentado el alquiler y expulsado a los inquilinos que perdieron sus trabajos en la crisis. Al mismo tiempo, los inversores se han hecho con casas unifamiliares baratas con la esperanza de alquilarlas para obtener importantes beneficios.

El precio de los alquileres de viviendas unifamiliares ha venido aumentado ininterrumpidamente todo el año 2021. Según Wachter, 2022 será un año en el que el precio de los alquileres seguirá aumentando significativamente. El problema de la asequibilidad se extenderá a más lugares, especialmente a las ciudades de segundo y tercer nivel.

En el peor de los casos, podría conducir a un aumento del número de personas sin hogar, incluso en una economía en plena recuperación. Es casi seguro que reforzará la brecha entre los que tienen y los que no.

En el tercer cuarto de 2021, la inflación en Estados Unidos se disparó a un 5,3% y un 4,3% en los doce meses hasta octubre. No es probable que en 2022 los niveles de inflación regresen al entorno del 1,5% habitual en la última década. Ello tendría consecuencias notables para muchos estadounidenses, especialmente para los baby boomers que se jubilan y viven de ingresos fijos.

En los próximos meses, tendremos cifras de inflación muy altas. Es poco probable que persista, pero es un riesgo real que lo haga. Ese riesgo es más alto ahora que durante décadas. ¿Lo aceptarán los consumidores como algo temporal? Según la Fed, “realmente no lo sabemos; de alguna manera, la nuestra es una política monetaria basada en la fe”.

La gran cantidad de puestos vacantes les ha dado a los estadounidenses confianza para pedir un salario más alto y probar nuevos empleos, sabiendo que probablemente pueden recurrir al trabajo en restaurantes u hostelería si sus intentos no funcionan. Muchos de los trabajadores que están dejando sus empleos voluntariamente están lanzando nuevas empresas y proyectos que han querido realizar durante años.

Según el Economic Innovation Group, “la pandemia provocó un impacto masivo en el espíritu empresarial estadounidense que ha alterado seriamente las tendencias establecidas en la formación de nuevas empresas”. Las nuevas aplicaciones comerciales aumentaron un 24% en 2020, el mayor aumento de la historia, y se mantienen en un nivel mucho más alto que antes de la crisis. Estos son signos de que los trabajadores sienten que tienen más poder en el mercado de trabajo, un cambio que probablemente perdurará.

Se tardará tiempo en comprender los cambios fundamentales que están ocurriendo en la economía estadounidense y mundial. Sí parece razonable decir que la economía que saldrá de la pandemia será diferente a la economía prepandemia, al menos en algunos aspectos significativos que hemos comentado en este artículo. * U.S. Fulbright Professional Ambassador, Massachusetts Institute of Technology, London School of Economics