a miope política del Banco Central de Turquía de bajar los tipos de interés hasta el 16% ha acelerado el hundimiento de la lira turca (30% en el presente ejercicio), lo que aunado con el descontento popular ante la carestía de la vida (tasa interanual del IPC en septiembre del 20%), podría desencadenar estallidos sociales que teledirigidos por la CIA podría desembocar en una Revolución de colores en Turquía que forzaría al Ejército turco a dar un golpe de mano contra Erdogan.
El pensamiento de Erdogan sería rígido e incorregible: no tiene en cuenta las razones contrarias, sólo recoge datos o signos que le confirmen el prejuicio para convertirlo en convicción y sufre de un delirio de grandeza que provoca que “el individuo se crea dotado de un talento y un poder extraordinarios debido a que las deidades le han elegido para una alta misión” (Implementar el Estado Islamista erdoganista).
La paranoia de Erdogan se habría agravado al verse afectado por el llamado síndrome de Hybris citado por el médico y político inglés David Owen en su obra The Hybris Syndrome: Busch, Blair ant the Intoxication of Power, término que procede de la palabra griega hybris que significa desmesura y que tendría su paradigma en la instauración de facto de un Gobierno teocrático. Turquía sería un régimen autocrático, especie de dictadura invisible sustentado en sólidas estrategias de cohesión como la manipulación de masas, el control de los medios de comunicación y la represión social, síntomas evidentes de una deriva totalitaria. Así, la implantación del Estado Islamista-erdoganista se plasmaría en pinceladas como la implantación de la enseñanza del Corán en la escuela Primaria y restricciones a la libertad de expresión en forma de encarcelación de periodistas opositores (según Reporteros sin Fronteras, Turquía ocuparía el puesto 153 de un total de 180 países en el Índice Mundial de Libertad de Prensa en el 2021).
La nueva doctrina geopolítica de Erdogan pretende dejar de gravitar en la órbita occidental y convertirse en potencia regional, lo que implica que la lealtad a los intereses anglo-judíos en Oriente Próximo estaría en entredicho. Así, Erdogan se negó a participar en las sanciones occidentales contra Moscú y compró a China misiles de defensa antiaérea HQ-9 y manifestó su deseo de integrarse en la Nueva Ruta de la Seda permitiendo inversiones del Banco Industrial y Comercial de China (ICBC) así como la de convertirse junto a Rusia en suministradores únicos de gas a Europa. En este contexto, la intervención turca en Libia para instalar una base militar que le facilite el control de las rutas gasísticas del Mediterráneo y así torpedear la construcción del gasoducto submarino EastMed (iniciativa conjunta de Grecia, Chipre e Israel para transportar el gas de los yacimientos del Mediterráneo Sud-oriental a Europa) y el gasoducto TurkStream de 900 kilómetros que transportará gas natural desde Rusia a Turquía convertirían a Turquía junto con Rusia en los abastecedores únicos de gas a la UE.
Para ello, invocando el Derecho Internacional, Turquía exigió a Grecia y a Chipre una Zona económica exclusiva (ZEE), para explotar las importantes reservas de gas de la zona, tentativa que chocó con la frontal oposición de Francia que envío naves militares, con lo que Erdogan se habría granjeado la enemistad de Macron y del resto de la Unión Europea. Sin embargo, la revitalización del acuerdo de cooperación energética del 2010 entre Irak, Irán y Siria para la construcción del gaseoducto de South Pars a Homms que conectaría el Golfo Pérsico con el Mar Mediterráneo contaría con las bendiciones de Rusia y relativizaría la importancia estratégica de Turquía en el Proyecto del Gasoducto Trans-Adriático (TAP), para transportar el gas azerbaiyano a Europa así como el papel relevante de los Emiratos Árabes como suministradores de crudo a Occidente.
Erdogan habría conseguido la implementación del Estado Islamista-Erdoganista lo que supondría el finiquito del Estado Secular que en 1923 implantó el Padre de la Turquía Moderna, Mustafa Kemal, quien creía que “el secularismo y la europeización de Turquía eran los medios más aptos para transformar su país en una nación industrial moderna”, con lo que el kemalismo dejó como herencia una crisis de identidad en la sociedad turca, (europeizada pero no integrada en las instituciones europeas y musulmana pero extraña al mundo islámico). Sin embargo, el hundimiento de la lira turca (30% en el presente ejercicio) y el descontento popular ante la carestía de la vida con una tasa interanual del IPC en septiembre del 20%, podría desencadenar estallidos sociales que teledirigidos por la CIA podría desembocar en una Revolución de colores en Turquía que forzaría al Ejército turco a dar un golpe de mano contra Erdogan para posteriormente ser llevado a los tribunales acusado de atentados a los DDHH, abuso de poder y enriquecimiento ilegítimo.
El Ejército turco (TSK) desempeña un importante papel político en la sombra, puesto que se consideran los guardianes de la naturaleza secular y unitaria de la República siguiendo los postulados kemalistas y los partidos políticos juzgados como anti-seculares o separatistas por el Poder Judicial Turco (a instancias del estamento militar), pueden ser declarados ilegales. Ya en vísperas de la elección de Abdullah Gül como Presidente de Turquía (agosto del 2007), las Fuerzas Armadas afirmaron que “intervendrán decisivamente en la defensa del laicismo ante los esfuerzos de determinados círculos de socavar los valores fundamentales de la república que han aumentado claramente en tiempos recientes”, advertencia próxima a la retórica del Golpe Militar de 1980 y que podría extrapolarse a la situación política actual caracterizada por la represión y constricción de libertades y la crisis económica en que está inmersa Turquía. Así, la sociedad invitaría al ejército turco (TSK) a protagonizar un golpe virtual o posmoderno que acabaría con el mandato de Erdogan (rememorando el golpe blando de 1997, cuando los generales kemalistas arrebataron el poder al Gobierno del presidente Necmettin Erbakanpor, quien lideraba una coalición islamista). Dicho golpe contaría con las bendiciones de Washington y Moscú en el marco del nuevo escenario geopolítico mundial surgido tras el retorno al endemismo recurrente de la Guerra Fría entre EEUU y Rusia, quedando Siria y Turquía como portaaviones continentales de Rusia y EEUU, respectivamente. * Analista político