uando en la primera ola de 2020 en el hospital Galdakao-Usansolo se tuvieron que reordenar las Unidades, profesionales del Servicio de Psiquiatría optaron, sin una planificación previa, por acercarse a aquellos servicios en los que tanto las personas infectadas por la covid-19, como sus familiares y los profesionales estaban afrontando una situación de gran carga psíquica. Surgió así lo que más tarde se estructuraría como el Programa de Apoyo Emocional para pacientes, familiares y profesionales de Osakidetza, como algo espontáneo, fruto de la experiencia del equipo, para apoyar asistencialmente a la OSI, incluso ejerciendo en momentos de gran presión asistencial como facultativos de Atención Primaria o como enfermería de plantas covid.
Como concluyen los estudios publicados en el último año, también los propios de nuestro servicio, al inicio las preocupaciones del personal sanitario se centraban en el miedo a contagiarse o a contagiar, en los protocolos y en los medios de protección. Con el tiempo, en etapas de Fatiga Pandémica (OMS), esta preocupación ha ido convirtiéndose en signos de estrés postraumático, perfectamente evaluables a través de escalas. Sirva como referencia que según un reciente estudio del Hospital Galdakao-Usansolo, los profesionales sanitarios, a nivel estatal, han referido que casi el 40% tenían depresión, más de la mitad ansiedad y un 60% estrés.
Aunque la ansiedad y la depresión pueden acompañar a las personas a lo largo de la vida, los estudios comunitarios concluyen que estas manifestaciones se han incrementado y que las personas que ya estaban padeciendo algún tipo de problema de salud mental, cuya prevalencia en la población es ya de por sí elevada, presentan mayores dificultades de recuperación durante la pandemia.
Podemos debatir hasta qué punto esta situación podría suponer un aumento de la prevalencia tratada de trastornos mentales. Pero no siempre la presencia de sintomatología se traduce en incrementos de los casos atendidos, ya que este traspaso puede estar mediatizado por múltiples factores, como por los recursos disponibles, que en el caso de Euskadi son superiores a los de otras autonomías. También influyen otros factores y como sucede en otras especialidades, las personas se retraen a la hora de acudir a los centros sanitarios por miedo al contagio y, como consecuencia, las personas enfermas pueden llegar más descompensadas. Otro motivo que puede retraer la demanda es el aislamiento en el propio domicilio, o el descenso de las consultas en Atención Primaria que ha tenido que reconvertirse, utilizándose más las consultas telefónicas.
Todo ello no quiere decir que no exista un incremento de la prevalencia de enfermedad mental en la población, pero tampoco significa que cualquier persona que haya sentido mayor angustia o tristeza precise un tratamiento especializado, lo que supondría psiquiatrizar la vida.
Sin embargo, no es menos cierto que en esta crisis, denominada por algunos como catástrofe, quizás la más intensa tras las guerras pasadas, la Salud Mental no tenga algo que decir. Aunque las personas contamos con recursos para afrontar situaciones difíciles de la vida con resiliencia psicológica, en especial las personas más vulnerables y las que cuentan con un menor apoyo psicosocial, han podido verse emocionalmente más afectadas cuando han padecido la enfermedad o han perdido a seres queridos en momentos inesperados.
Los Programas de Apoyo Emocional se pusieron en marcha primero en los centros con mayor y más prematura afectación por la epidemia (Galdakao, Araba...) y porque contaban con equipos de salud mental, lo que no es más que la consecuencia lógica de la integración de la asistencia psiquiátrica en el sistema sanitario. Pese a que no podemos aportar soluciones globales a problemas tan graves y con fuertes repercusiones económicas, sociales y sanitarias (se ha afirmado que estamos ante una sindemia, o suma de varias pandemias), no cumpliríamos nuestra misión si no abordamos desde nuestro prisma esta situación, si nos centráramos exclusivamente, en un falso dilema, en lo que sigue siendo nuestra misión: la atención a la enfermedad mental. En especial a la más grave entendiendo que hoy en día la gravedad psicopatológica afecta a importantes colectivos de la población que sufren patologías, además de las psicosis, como adicciones, trastornos de la conducta alimentaria y otros con una importante carga emocional, que se han incrementado durante la epidemia, especialmente en adolescentes.
Entre inhibición y psiquiatrización excesiva, existe un punto de equilibrio en el cual los profesionales de la salud mental nos podemos ubicar. Como decía el profesor Ajuriaguerra, “nuestra misión no es sólo la de curar... sino estar presentes cuando se nos llama con una cierta simplicidad”. Es decir, estar atentos al sufrimiento humano y si bien vivir es un problema en sí mismo, aunque se fomente la ilusión de tener que vivir una vida siempre feliz, no debemos dejar de atender al sufrimiento humano, porque forma parte de nuestra misión. Nos referimos a mejorar la detección y la prevención de la salud mental, ya que la salud, incluyendo la psíquica, es algo más que la ausencia de enfermedad, favoreciendo la capacidad de ayudar al resto de profesionales en esta epidemia, en la que los sanitarios han sido valorados no sólo por su destreza técnica, sino también por su cualificación humana y capacidad de ofrecer apoyo, compañía y compasión.
En este contexto cobran sentido los programas que tratan de potenciar unas relaciones humanas no basadas en el tratamiento estrictamente médico, sino que enfatizan el apoyo y el acompañamiento emocional, para lo que los sanitarios hemos recibido una formación posiblemente limitada. En nuestra experiencia, favorecer la comunicación de los profesionales tanto con pacientes y familias como con compañeros, apoyarles y ser cercanos, es consecuencia de contemplar la salud mental como una especialidad médica más.
La formación continuada que ofrecemos a la enfermería y a especialistas, incluida la Atención Primaria, va más allá de unos conocimientos teóricos y promueve la creación de espacios de intercambio de experiencias, de verbalización y ventilación emocional. Sobre todo, en un momento en el que la compañía de los colegas ha sido uno de los mejores apoyos que hemos tenido los profesionales, cuando, paradójicamente, teníamos que distanciarnos físicamente. Ayudar a utilizar técnicas de autocuidado, de relajación, de introspección emocional, no es más que prestar una ayuda para que los profesionales puedan ejercer mejor su función asistencial, o si se quiere, de ofrecer, como decía Balint, “el médico como medicina”. Se trata de estar junto a los compañeros, que han pasado de ser aplaudidos, a recibir alguna que otra aireada protesta.
Todas las organizaciones de Osakidetza han desarrollado propuestas que tienen en cuenta los aspectos psicológicos de las personas involucradas en el proceso asistencial y también de la ciudadanía, que durante el confinamiento ha pasado por momentos difíciles, en especial las personas mayores por el aislamiento o los jóvenes, que siendo hasta esta última ola los menos afectados por la enfermedad, han sentido, paradójicamente, una fuerte repercusión emocional. Todo ello con una perspectiva preventiva, favoreciendo que las personas puedan acercarse a recursos, como los que se han habilitado en la web Osasun Eskola, que ha incorporado referencias a la salud emocional o apoyando a los equipos de rastreo cuando detectan situaciones emocionalmente complicadas.
De la evaluación de los primeros quince meses del Programa que Osakidetza ha puesto en marcha en todas las Organizaciones con equipos de Salud Mental, se puede destacar que se han realizado más 4.560 consultas con pacientes, hospitalizados o no, y con familiares. También han recibido apoyo un total de 469 profesionales en consultas individuales y se han llevado a cabo más de 2.463 consultas grupales y acciones de formación continuada, bien presenciales o telemáticas, cumplimentándose un total de 400 sesiones.
Esta docencia ya se va constituir como una actividad de Osakidetza para todos los profesionales, cuenten o no en sus organizaciones con equipos de salud mental. Todas las organizaciones de Osakidetza han colaborado de una u otra manera en este programa de Apoyo Emocional. Me siento especialmente orgulloso de mi OSI, la de Barrualde-Galdakao, concretamente por su apuesta por el desarrollo de las actividades grupales de profesionales.
Toda esta situación no deja de ser una oportunidad para que la salud mental pueda ofrecer su experiencia en las relaciones interpersonales a través de la escucha y de la palabra, en definitiva, de la psicoterapia en sentido amplio. La utilización de la relación psicoterapéutica, que ha demostrado sobradamente su eficacia, se cimienta en la formación específica que los profesionales de la salud mental hayamos podido adquirir. La psiquiatría no puede dejar de lado, menos en estos momentos, lo que ella misma y sus propios profesionales han desarrollado en sus diferentes modalidades. Y aunque desde ciertos medios se enfatiza la necesidad de reforzar al sistema con algún tipo concreto de profesional de la salud mental, lo que es preciso, y está fuertemente arraigado en nuestra cultura, es el trabajo en equipo, compuesto por profesionales especialistas de la medicina, la psicología, la enfermería, del trabajo social y otros, que aportan al grupo sus conocimientos específicos.
Estamos viendo también un nuevo estigma de la enfermedad mental y de sus profesionales, cuando surgen voces que limitan a la Psiquiatría a una parte muy concreta de su práctica, a la prescripción de medicamentos. Pero no. Aun con sus errores, que ella misma ha reconocido, la especialidad se dedica a favorecer una atención más humana e integradora y tiene en cuenta los aspectos emocionales del enfermo y no sólo por motivos psiquiátricos. Durante la pandemia hemos visto cómo algunos políticos han fomentado este estigma, mientras que otros han puesto de relieve la importancia de la salud mental.
Las iniciativas que recaban más atención a los sistemas de salud mental no dejan de ser una oportunidad de mejora del sistema sanitario en su conjunto, en concreto del público que es al que pertenecemos y defendemos. Sólo estando integrados en el sistema sanitario de la manera más completa posible y garantizando los recursos necesarios, podremos cumplir mejor nuestra misión y favorecer una sanidad más integral y humana. Podremos coger así esta quinta ola, antes de que, esperemos, la mar se calme.
* Jefe del Servicio de Psiquiatría. Hospital Galdaka-Usansolo (OSI Barrualde - Galdakao de Osakidetza) y Secretario del Consejo Asesor de Salud mental del Departamento de Salud