ertur: He decidido, por cuestiones personales varias dirigirme a ti de esta manera: por carta y por última vez. Léela, por favor, pues con máxima atención y cariño posible. Ciertamente sucede, es obvio, que van cayendo uno tras otro calendarios en la historia de esta nuestra Euskadi de amores y desamores, y paralelamente en las nuestras propias y particulares vivencias, nos estamos haciendo mayores poco a poco (mira, Pertur, pronto Eki mi tercer nieto cumplirá 8 meses, es el tercero después de dos preciosas nietas, Noa y Natale) pero, a pesar de ello, créeme que nunca jamás olvidaré que hubo un momento, hace ya casi medio siglo, en que nuestras vidas mucho más jóvenes se cruzaron intensa, inexorablemente y para siempre en uno de los cruces de la historia.

Permíteme Pertur, permíteme Eduardo Moreno Bergaretxe, que te escriba, pues, estas líneas con un punto de emoción a ratos muy difícilmente contenida. Tu aita y tu ama ya han fallecido; la última relativamente reciente tu ama, Marta. Los dos se han ido de este mundo sin saber ni dónde están tus restos ni qué te sucedió realmente. Cuánto dolor injusto, cuánto sufrimiento y cuántas lágrimas. Un informe hecho público por el Instituto Vasco de la Memoria fechado en 2017 asegura que nada se sabe de lo que te aconteció ese mediodía del 23 de julio después de que Apala y Pakito te llevaran en coche desde San Juan de Luz a Behobia y te dejaran cerca de la frontera. Pienso y deseo que algún día se esclarezca el pasado porque para construir el futuro debe arrojarse luz sobre lo acontecido.

Te quiero decir que a mis 67 años observo que lejanía temporal y cercanía personal se me enzarzan en un intrincado nudo de nostalgia. Nostalgia que se agudiza al límite al mirar el movimiento continuo, periódico y eterno de las olas del mar cuando a la altura del Kursaal donostiarra pugnan incansables e inasequibles, con mayor o menos fragor, por entrar y abordar por las bravas el cauce del río Urumea. Te quiero manifestar que a estas alturas de mi vida suelo reflexionar sobre la certeza que supone que desde el mismo primer latido del corazón que asoma a la vida, desde el propio alba de su existencia, todo ser humano marcha, lucha, conquista, progresa, trabaja, ríe, ilusiona, sufre y llora. Y así, cae y levanta, pelea, vive y muere, convive con contradicciones superables e insuperables, virtudes y defectos, fortalezas y debilidades.

Pertur, siento que 45 años más tarde de tu desaparición nos sigues doliendo y que por encima de cualquier otra consideración 540 meses después del estupor seguimos acordándonos de ti. El pasado está ya escrito, y podemos describirlo, pero ya no podemos cambiarlo. El futuro, en cambio, es el mejor regalo que podemos dar a nuestros hijos y nietos; está por escribir, es nuestro único patrimonio intacto y nuestra esperanza. Y a aquellos que creen que no pueden cambiarse tendencias ni rumbos torcidos, tenemos que decirles que sí vale la pena sembrar, que cierto es que muchas semillas no germinan nunca, pero hay sólo un fruto que nunca se recoge, el de la semilla que no se haya tenido el coraje vital de plantar. Y con el viento del norte, la lluvia mojando y el olor penetrante a salitre viejo deseo más que nunca que la dignidad y la condición del ser humano se anteponga en Euskadi a cualquier otra consideración ideológica o política. Para siempre.

Llevamos años ya sin violencia terrorista, sin amenazas, chulerías políticas ni extorsiones, ETA hace años que, vencida definitiva e inapelablemente por la democracia y el principio de realidad, declaró el alto el fuego unilateral, y posteriormente procedió a su desarme y disolución definitiva... cuánto tiempo perdido, cuánto dolor injusto, cuántas lágrimas, cuánta ética aplastada, cuánta vulneración de Derechos Humanos, cuánta imbecilidad colectiva, ¡cuánta vergüenza! Demasiados años tarde, el mundo de la llamada izquierda abertzale decidió en una mezcla de cordura y trabajada habilidad, conveniencia y quizás convicción, la asunción práctica de la hasta entonces denostada legalidad española vigente y el principio de la realidad democrática.

Y así, sus detractores la comenzaron a acatar incluso con entusiasmo, empaquetaron casi a escondidas su hasta entonces supuesta pétrea coherencia y asumieron con cierto adanismo el celofán justificativo del imperativo legal. Ayer no, hoy sí, otros no, ellos sí, lo anteriormente sospechoso de colaboracionismo mendigante con el opresor pasaba a ser necesario, acertado, inteligente e incuestionable para el buen futuro de los vascos. Quienes en su bucle del pasado de auténticos resistentes repartían en otros tiempos, felizmente superados, avales de buen y honesto vasco teorizan ahora sobre el descubrimientos de nuevas oportunidades. Antes no, ahora sí, otros no, ellos sí. Paradojas de la vida.

Rectificar es de sabios, y es duro. Espero que esa rectificación aborde más pronto que tarde una asignatura aún pendiente que tiene por nombre autocrítica. Autocrítica que supone asumir que el dolor causado fue injusto, que matar estuvo mal y que aquello fue un tremendo y patético error y horror.

Hoy y aquí, Pertur, estarías de acuerdo en afirmar que es tarea de todos arrimar el hombro, que es un reto colectivo de toda la sociedad, que sin ira y por el futuro de nuestros hijos e hijas es hora y obligación de conquistar definitivamente la convivencia.

Tenías razón, siempre la tuviste. El discurrir de los años, 45 años largos años, ha confirmado larga, machacona y tozudamente tu lúcida, arriesgada y valiente apuesta política por la Política, con mayúsculas. Te asesinaron. Y de paso asesinaron, también, expectativas inteligentes y necesarias, fotografías superadoras y compartidas incluso con posibles futuros esperanzadores. Porque negar que todos los humanos somos iguales, nos lleva a la crueldad de arrancar la vida y la conciencia, y a la incapacidad de descifrar el enigma de lo que significa negar el ser a otro ser en un acto de violencia sin vuelta atrás, no rectificable ni modificable, definitivo, de vergüenza y escalofrío. Banalizar la violencia en aras de alcanzar objetivos políticos fue un tremendo error y horror que nunca debió ocurrir.

Sí, es de sabios rectificar, quizás (como dice una bella canción) nos equivocamos desde el mismo comienzo, sí. Aunque también hay que reconocer que no es fácil mirar con objetiva proyección y gafas del presente democrático resistencias antifranquistas y activos compromisos políticos de lucha y oposición en contextos de sistemática represión y cruel dictadura. Se dice que es difícil ser profeta en la tierra de uno, a ti te costó la vida, te la arrebataron fanáticos o mercenarios, lo hicieron de un zarpazo diabólico. Maldigo a tus asesinos, estúpidos iluminados o mercenarios canallas. Mataron tu cuerpo, lo hicieron desaparecer, pero sigues vivo en muchos corazones, y ojala que, estés donde estés, lo hayas podido percibir de alguna manera.

Siento que 45 años más tarde nos sigues doliendo Pertur, quiero decirte que muchos y muchas pensamos que fue una gran suerte haberte conocido y que nos marcaste para siempre. Y cuando la finitud inspira y provoca a esa vocación de vivir más intensamente lo que tenemos, y de pasar de tener una idea -y aferrarse a ella- a pasar a la imperiosa necesidad de tener que buscar la capacidad de relacionarlas, entonces, con el viento y al alba te deseo en este bisoño verano, que la tierra, próxima o lejana donde yaces, estés donde estés, te siga siendo leve.

Hoy, cuarenta y cinco 23 de julio más tarde, te recuerdo, lloro y escribo.

Agur Pertur, beti arte, ez adiorik.

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