i no fuera porque el título de esta tribuna se plantea en forma interrogativa, el mismo no sería original. En efecto, así reza la Recomendación 2021/402 de la CE, de 4 de marzo de 2021. Claro está que estamos ante una mera Recomendación. ¿Pero qué late tras la misma? ¿Son latidos que se corresponden con nuestra realidad?
Desde luego, nuestro “corazón económico” no late siguiendo un patrón regular y uniforme. Desde hace tiempo, incluso antes de la pandemia derivada del covid-19, venía sufriendo distintos tipos de arritmias. A veces, latía demasiado despacio, otras demasiado rápido y, en ocasiones, incluso, irregularmente, dentro de un cuerpo llamado globalización. Pastillas y tratamientos puntuales permitían sobrevivir. Sin embargo, ahora, tras el covid-19, corremos el riesgo de sufrir la muerte súbita porque nuestro corazón se está obstruyendo. ¿Y frente a ello qué tratamiento nos queda?
La mencionada Recomendación, siendo muy optimista, prevé, de entrada, que se retrase la recuperación hasta la segunda mitad de 2021. Claro está, se refiere a la UE, en su globalidad. Pero, ¿qué será de España? ¿Qué de Euskadi?
La pandemia, con olas o tsunamis, perdura y no perdona. Y, tal vez, esto no haya hecho más que empezar en un mundo (des)controlado moralmente.
La Recomendación señala que la utilización de regímenes de reducción del tiempo de trabajo y de medidas similares de mantenimiento del empleo ha contribuido a contener el aumento del desempleo en relación con la disminución de la actividad económica. Ahora bien, se recuerda que las políticas se han beneficiado de la financiación flexible de los Fondos Estructurales y de Inversión Europeos, así como del instrumento europeo de apoyo temporal para atenuar los riesgos de desempleo en una emergencia (SURE).
En nuestro caso, los ERTE por fuerza mayor regulados ad hoc para hacer frente a la situación provocada por el covid-19 han sido la medida estrella, por sus enormes ventajas, pues mientras que los trabajadores cobran el paro aun sin cubrir los períodos de carencia necesarios, las empresas no cotizan o cotizan solo el 25%.
Pero la Recomendación mira al futuro. Un futuro que se pretende encauzar, principalmente, por las transformaciones ecológica y digital.
En ese contexto prediseñado, en el que, como reza una de las canciones de Berri Txarrak, el tiempo será el único polígrafo, se nos advierte que la recuperación en algunos sectores puede tardar en llegar y que incluso puede que no se produzca. A continuación, en una especie de oxímoron, se nos traslada que es posible que las empresas “salgan” de esta crisis con “dificultades financieras”. Porque, de verdad, ¿se puede salir así?
Al hilo de esta reflexión, merece la pena comentar la forma de actuar del Gobierno español. Se está evitando que las empresas entren en situación de concurso. En septiembre entró en vigor el nuevo texto refundido de la Ley Concursal. Supuestamente, con la intención de reordenar, clarificar y armonizar el Derecho concursal y evitar así la inseguridad jurídica. Sin embargo, resulta sorprendente que se haya aprobado el nuevo texto refundido apenas un año antes de que finalice el plazo para que se transponga la Directiva 2019/1023, de 20 de junio de 2019, sobre reestructuración e insolvencia. Según el Gobierno español dicha transposición reviste una extraordinaria dificultad. Por ese motivo, se ha preferido, primero, poner orden dentro del Derecho concursal español, para posteriormente transponer la Directiva.
La transposición de la Directiva resulta esencial para atender con urgencia la situación de miles de pymes, y evitar el contagio de empresas a liquidar. No en vano, de lo que se trata con dicha Directiva es de actuar antes de condenar a las empresas al concurso y, mayoritariamente, a su liquidación, con los perversos efectos que ello trae consigo para el empleo y la soberanía económica. En efecto, se trata de crear marcos nacionales efectivos de reestructuración preventiva de empresas para evitar su insolvencia.
Por ello, de nada sirve contar con un nuevo texto refundido de la normativa concursal, si no se contempla una fase preconcursal acorde a la Directiva 2019/1023.
Pero ¿a qué espera el Gobierno español?
La verdad es que no resulta coherente afirmar, como se ha afirmado, que no se transpone la Directiva por su dificultad técnica y no haber solicitado antes del 17 de enero de 2021 la prórroga de un año para proceder a dicha transposición. Tampoco resultan coherentes con los fines de la Directiva los impedimentos, introducidos, por último, en el Real Decreto-ley 5/2021, de 12 de marzo, para que muchas empresas entren en concurso.
En suma, miles de pymes están en estos momentos hibernadas, al socaire de las medidas adoptadas por el Gobierno para postergar a toda costa que aflore la cruda realidad que irremediablemente acabará imperando, cuando miles de empresas queden desnudas, sin el ropaje de tales medidas, y no tengan más remedio que presentar un concurso. En este contexto deben incardinarse, igualmente, las consecuencias de los ERTE por fuerza mayor. Con otras palabras, se mantiene, aparentemente, a flote a miles de empresas, sin un claro futuro. Pero aquí se ven las intenciones del Gobierno, que no son otras que liquidar las empresas no viables, pero también a futuro, tras un encarnizamiento innecesario. De lo contrario, ¿por qué se exime en el RD-ley 8/2020 de la salvaguarda de empleo a las empresas en las que concurra un riesgo de concurso? En efecto, no se exige dicha salvaguarda porque, en realidad, no se cree en las posibilidades de las mismas. Entonces, ¿qué sentido tiene permitir el acceso a los ERTE en tales casos?
Hubiera sido conveniente empezar a construir la casa por los cimientos y no por el tejado. Es decir, acometer una temprana transposición de la Directiva hubiese supuesto contar con los instrumentos necesarios para afrontar la realidad de muchas empresas en una situación económica delicada, especialmente, por las consecuencias del covid-19, de forma y manera que se les podría haber ofrecido mecanismos preconcursales para permitirles capear el temporal y seguir navegando con seguridad jurídica.
Mientras tanto, la Comisión Europea, en su Recomendación, insiste en la transición hacia una economía más verde que sea capaz de crear hasta 2 millones de puestos de trabajo para la lejana fecha de 2050. Sin embargo, también advierte que los empleos de ciertos sectores y regiones correrán el riesgo de ser desplazados, digo yo que como los millones de personas que huyen de guerras y de países desolados por la pobreza y el hambre, que, por cierto, seguirán siendo desplazadas, porque sus países seguirán oprimidos y en Occidente no habrá sitio para ellas. La Comisión es clara en este punto, al afirmar que la creación de nuevos empleos de calidad puede llevar un tiempo, en función de las perspectivas económicas y de la disponibilidad de una mano de obra cualificada. Lamentablemente, los desplazados, al igual que los nacionales sin la formación requerida, seguirán entrando en la última predicción sutil de la Comisión: “El aumento del desempleo y una mayor inactividad implicarían una pérdida de capacidades, que podrían tener efectos duraderos para las personas afectadas y la economía en su conjunto. Si no se adoptan medidas eficaces de perfeccionamiento y reciclaje, se corre el riesgo de que el desempleo sea persistente”. Además, se identifican los colectivos vulnerables: jóvenes; mujeres; trabajadores de más edad; personas poco cualificadas; personas con discapacidad; habitantes de zonas rurales, costeras o remotas; personas LGTBIQ, gitanos y otras minorías étnicas o raciales en riesgo especial de exclusión o discriminación o personas de origen migrante. ¿Falta alguien?
Pero en la apuesta de la Comisión por el tránsito hacia la economía ecológica y digital, sus propuestas son los incentivos a la contratación temporal, la formación, el reciclaje, la mejora de los servicios de empleo, y el diálogo social. Nada nuevo. Claro está, todo ello solo será posible con mano de obra cualificada. La no cualificada se prevé derivarla a la economía social y a los cuidados.
En resumidas cuentas, el futuro no parece el más halagüeño. Debemos ser conscientes de que nos enfrentamos a algo desconocido. Pero esperar sin más y con lamentaciones al futuro no aportará nada. Como dice el viejo dicho que utiliza Mogel en Peru Abarka: “Etorkizuneko oleak, beharrik ez”, es decir, la supuesta ferrería del futuro no produce hierro. Por ello, ahora, más que nunca, es tiempo de aunar esfuerzos, de actuar con espíritu mutual y cooperativista. Si se desconoce lo global, por lo menos centremos la atención en lo local, en aquello que sí está en nuestras manos, a la espera de ser moldeado. Moldeémoslo pues con cariño, paciencia, constancia, esperanza y confianza.
El autor es profesor de Derecho Laboral de la Universidad de Deusto