l cobro de la pensión por parte de la población jubilada de una sociedad está justificado, en un estado del bienestar, al menos por tres razones:
1.- Es un derecho reconocido, donde lo esté.
2.- Es una devolución parcial de lo aportado por cada uno a una caja común la cual, no necesariamente es única.
3.-Supone un sostenimiento de una parte sustancial de la demanda agregada de una sociedad.
Me temo que los debates que analizan la sostenibilidad de las pensiones públicas a largo plazo se centran solo en las cifras, en las cantidades: cotizaciones, años, percepciones, esperanza media de vida y conceptos similares.
También me temo que se enfoquen sin cierto rigor alguno de estos conceptos. Recientemente, escuché a una ministra hablar sobre un incremento del salario mínimo interprofesional -no entro en que sea justo o no-, que suponía un aumento de 0,30 euros al día. Es una manera de no indicar casi nada. No es lo mismo 0,30 euros en un día, que durante todos los días de un milenio. Calculen y verán.
Vuelvo a lo esencial. El debate de las pensiones, sus cifras y condiciones no deberían ocultar un concepto de fondo, estructural e importante. Una sociedad que prescinde de la parte de su población que cuenta con el saber hacer relativo a los procesos de transformación industriales, agrícolas, de los intangibles y de los servicios, en una palabra, del conocimiento, está, sencillamente, desenfocada en aspectos que a medio y largo plazo condicionan negativamente la convivencia y el propio sistema generador de riqueza y bienestar. La convivencia, por cuanto crispa la relación intergeneracional y al propio sistema productivo; por cuanto prescinde de un valor añadido importante basado en el conocimiento y agudiza la divergencia del acceso, distribución y posesión de la riqueza de un país.
Diseñar y aplicar la fórmula de cómo evitar la pérdida de ese conocimiento, sustentado en las personas mayores fuera del circuito productivo que quieran y puedan es, además de justa, una inversión acumulativa y a largo plazo para cualquier sociedad.
Ahora bien, es conveniente tener en cuenta, y aceptar -además de lo indicado respecto a la voluntad de cada individuo de continuar con alguna actividad no intensa, y a la posibilidad real de hacerlo-, la inconveniencia de ejecutar actividades de alta intensidad y exigencia física.
Pero, no obstante, sí podemos identificar aquellas áreas en las que la experiencia acumulada, el conocimiento, es un activo, una variable altamente conveniente de ser utilizada. No vamos a citar todas, lo haremos solo con las que consideramos principales, por estructurales e influyentes a largo plazo.
En ese contexto, cabe citar las actividades relacionadas con la educación, la formación, y la salud, pasando por la resolución de conflictos y gestión de crisis, y terminando con la selección y gestión de equipos de alto rendimiento.
Una sociedad que maneja un volumen e intensidad de información personalizada como la nuestra no puede, no debe, impedir el aprovechamiento de ese conocimiento existente, por temor a teóricos fraudes en el sistema de pensiones. Esa circunstancia, caso de producirse, con una regulación clara y flexible, y un posterior rigor en su control, debería de ser suficiente. Al menos en una sociedad innovadora y con vocación de futuro.
Economista