ecía Andoni Ortuzar el pasado jueves, ante la Asamblea Nacional del PNV, que a pesar de ser esta la tercera ocasión en la que era elegido presidente del Euzkadi Buru Batzar “sentía mariposas en el estómago” y le “temblaban las piernas” como la primera vez que la militancia nacionalista le designara para encabezar la ejecutiva del primer partido del país. Quienes le acompañamos en este viaje y hemos obtenido igualmente la confianza de la militancia para iniciar un nuevo mandato en la primera línea del nacionalismo vasco sabemos de qué hablaba Andoni.

Contar con el apoyo de miles de hombres y mujeres para representar sus inquietudes en la defensa de una Euskadi libre y próspera genera una sensación inenarrable de emoción, responsabilidad, compromiso y de humildad. Porque, aunque sea ya la tercera vez que esto suceda, el aliento y el respaldo depositado -y creo hablar en nombre de todo el equipo nombrado por las bases de EAJ-PNV- conmueve a cualquiera. Y mucho más a quienes hemos vivido desde siempre en una cultura de partido dirigida al servicio a Euskadi.

Pertenezco a una generación de militantes que crecimos al regazo de una organización y unas siglas que nos han acompañado en todo momento. Llegamos al batzoki con pantalones cortos. Salimos a la calle juntos, defendiendo nuestras ideas a pecho descubierto. Y nos enfrentamos a aquellos salvapatrias que nos denostaban como “traidores burgueses” en un clima de efervescencia social en el que creían que el PNV, aquel “partido de viejos”, sería derrotado por la progresía revolucionaria vociferante. Curtimos nuestra experiencia allí. A veces, a hostias; algunas físicas y muchas verbales. En la política del enfrentamiento. Del aguante. De los principios.

Las circunstancias nos forjaron. Y nos unieron. Unos cuantos jóvenes de aquellos continuamos hoy, al filo de ser sexagenarios. Al filo del pase a la reserva. Somos, probablemente, de los últimos exponentes que sentimos el activismo político como un factor consustancial a nuestra vida diaria. Y esto es así porque, probablemente, en aquella juventud, al igual que en la aldea gala de los comics, tuvimos la fortuna de caer en la marmita donde se preparaba la poción mágica jeltzale.

Nuestra temprana militancia adolescente nos dio la oportunidad de compartir vivencias, aunque fuera brevemente, con la generación heroica de la resistencia. Y aprendimos de nuestros mayores a fortalecer este partido. Somos herederos de Ajuriagerra, Uzturre, Arzalluz y de tantos otros, no siempre conocidos, que hicieron de esta organización el corazón político de Euskadi. Por eso nos conmueve ocupar hoy el espacio que ellos y ellas dejaron y que por voluntad de nuestra gente ahora representamos.

El Partido Nacionalista Vasco surgió como una herramienta al servicio de la liberación nacional de Euskadi. Quienes lo personificamos somos conscientes de que nuestras decisiones, libres de ataduras personales, grupales o de clase, deben encaminarse a conseguir lo que mejor resulte para este país y sus gentes. Siempre fue así y así lo aprendimos.

La toma de decisiones no siempre resulta fácil ni sencilla. Además, como humanos, fallamos en ocasiones. Pero como dirigentes de un partido político es nuestra obligación optar y decidir. Buscando siempre el bienestar colectivo, el mejor porvenir para Euskadi pues ese es el objetivo que nos guía. Confiamos acertar en nuestras posiciones venideras. Como lo hicieron las generaciones anteriores, atendiendo en todo momento a las necesidades básicas de nuestro pueblo. Con inteligencia, con perspectiva y también con transparencia.

Ser burukide no es una bicoca, ni un privilegio entendido éste como una ventaja personal. Es, ante todo, un compromiso, un deber de responsabilidad. Y, al mismo tiempo, un gran honor. El orgullo de formar parte de la vanguardia de un movimiento humano con 125 años de vida que ha demostrado en todo tiempo, en los buenos y en los malos momentos, dignidad, humanidad y sacrificio por la causa del Pueblo Vasco.

En nuestros mandatos hemos tenido la fortuna de ver desaparecer a ETA. Hemos conocido la “razón de Estado” y la confluencia de antagonistas para desalojarnos de Ajuria Enea. Hemos vivido con ímpetu, con el apoyo permanente de la ciudadanía, el retorno al Gobierno Vasco, a todas las diputaciones forales, a los ayuntamientos. Hemos sentido, consternados, la transformación de la acción política en el Estado en un indigno lodazal destructivo. Hemos contenido la respiración ante un proceso soberanista en Catalunya que todos queríamos que fuese bien pero que, lamentablemente, no alcanzaba su objetivo y se torcía por múltiples factores. Hemos participado en la caída de un gobierno en España. Hemos ayudado a construir otro. Nos han ganado dos elecciones los “indignados” de la “nueva política”. Pero nuestra fuerza siempre ha estado ahí y, con el impulso de la gente, volvimos a liderar el país. Con más fuerza si cabe. Hemos conocido la mayor representación institucional de nuestro partido desde la salida de la clandestinidad. Hemos visto los avances del nacionalismo en Nafarroa. Y en Ipar-Euskadi la constitución de un organismo común que englobe a todos los vascos continentales.

Los últimos ocho, han sido años trepidantes. Relevantes. Apasionantes. Repletos de vivencias, de preocupaciones, de momentos irrepetibles. De “mariposas en el estómago”, también de nudos en la garganta.

Después de este tiempo de presencia en el Euzkadi Buru Batzar, uno podía pensar que ya había llegado el tiempo de ceder el lugar en la cadena para que nuevos eslabones fortalecieran el engranaje. Siempre creí -creímos- en la necesidad de fomentar el relevo generacional en los cuadros humanos de nuestra organización. Somos, sin duda alguna, el partido que más hombres y mujeres dedica a la cosa pública, bien en el ámbito institucional o en el puramente interno.

La coyuntura, además, acompañaba a la posibilidad de un relevo natural que regenerara la estructura interna. La fortaleza institucional, la serenidad de puertas adentro, la unidad y la existencia de un banquillo prometedor, eran factores que alimentaban un cambio tranquilo en la estructura de Sabin Etxea. Pero no siempre acontece lo que uno planifica y desea. La excepcionalidad del crítico momento provocado por la pandemia y la falta de certidumbres en el futuro inmediato han llevado a la masa social nacionalista a aplazar ese necesario relevo para un tiempo más despejado. Ineludible y próximo.

Así, la nueva designación por parte de la militancia ha prolongado -en mi caso y en otros- el plazo del mandato en cuatro años más. Un nuevo curso en el que procurar encontrar los mejores caminos para que la sociedad vasca transite en la búsqueda de su felicidad. Porque un partido como el PNV debe tener como función utilitarista abrir cauces, avenidas y veredas por los que la gente de Euskadi avance. Para que superemos la adversidad de una pandemia y con el compromiso individual y colectivo garanticemos la salud de todos. Para que recuperemos el tiempo perdido por la crisis global arrastrada por la enfermedad. Para que volvamos a avanzar como país, como sociedad y Euskadi sea reconocida y pueda expresar, libremente su voluntad de cara al futuro.

Se presentan cuatro años en los que no habrá tiempos muertos y en los que la pluralidad política en Euskadi, una vez desaparecida la violencia, acercará nuevas alianzas cuya expectativa pase por desalojar al PNV del poder. Porque, para algunos, derrotar al PNV, y no construir un país, se ha convertido en lo único importante. Lo único que les mueve.

Y también serán cuatro años en los que el PNV deberá volver a regenerarse y preparar nuevos protagonistas capaces de asumir el relevo de quienes ahora ocupamos la primera línea de la estructura. Con nuevos liderazgos internos y externos que hagan posible una igualdad entre mujeres y hombres más ajustada a la realidad. Nuevos actores y actrices para un partido que deberá revalidar su liderazgo permanentemente, teniendo clara su vocación de instrumento al servicio de la ciudadanía. Mudanza para un cambio de ciclo que garantice la sostenibilidad del proyecto porque “las personas pasan pero el Partido permanece”.

Cuando, el pasado jueves, el presidente de la Asamblea Nacional certificó el nombramiento de los burukides del Euzkadi Buru Batzar, las mariposas del estómago cogieron vuelo. Y de su aleteo surgió este emocionado escrito. Eskerrik asko bihotzez.

El autor es miembro del EBB de EAJ-PNV