e levantas por la mañana, pones la radio y crees haberte equivocado de dial. Quien habla parece hacerlo en esa mezcla idiomática denominada espanglish. Lo primero que oyes es Black Friday y la cita se repite una y otra vez en una serie de “consejos publicitarios” que no terminas de descifrar. Es como cuando en televisión asistes a uno de esos anuncios de perfume tan sofisticados que no entiendes ni lo que dicen ni lo que pretenden significar. Como las colonias huelan igual, aviados estamos.
El llamamiento al Black Friday es tan intenso que, al final, la curiosidad llama a conocer de qué se trata tal mención. Así he sabido que el Viernes Negro, el día en que determinados comercios realizan los mejores descuentos del año, tiene su origen en Estados Unidos y se conmemora el día posterior al de Acción de Gracias. Con esta tradición, ahora importada, arranca la temporada de compras de Navidad. Primero pavo y luego compras. Consumo y más consumo. Sobredosis de capitalismo. Todo lo que se impone en Norteamérica termina llegando aquí. Hasta Papa Noel, un invento de la Coca-Cola surgido en un anuncio publicitario en 1920.
La globalización y el papanatismo de la gente, capaz de emular cualquier cosa por ridícula que parezca, nos hace ser una sociedad fácil de colonizar. Al menos culturalmente. Ahora es el Black Friday pero antes fue Halloween y mañana... vaya usted a saber. Es el efecto pingüino. Basta que uno se lance al agua desde el hielo para que por simulación todos los demás hagan lo mismo sin apenas percatarse de que en la primera línea de costa les espera una orca o un tiburón blanco con la boca abierta de par en par.
Rebajas comerciales las ha habido siempre. Yo las recuerdo como el momento en el que la madre, como administradora general de la familia, determinaba si era posible encontrar oportunidades para renovar, básicamente, la ropa de la prole. Era un ejercicio selectivo. La austeridad en los ingresos y la necesidad de abordar con ellos el bienestar de todos hacía que los bienes materiales duraran todo lo posible. Y hasta lo imposible. Por eso, gracias a las privaciones y a una administración rigurosa, cuando no espartana, la gerente de la unidad convivencial era capaz de acumular unos ahorrillos que utilizaría cuando pudiera darles una utilidad extraordinaria. Aquello sí que era consumismo de temporada: temporada con el mismo jersey, con los mismos zapatos, con la misma camisa… y así hasta que en unas rebajas se pudieran comprar dos pares de botas por el precio de uno, zapatos dos o tres números más grandes para que su vida útil fuera mayor (se metía algodón en la puntera a fin de que el pie encajara adecuadamente) y, en la mejor hipótesis, el calzado pudiera ser heredado por los descendientes más jóvenes. Ahora se compra de otra manera.
Los que somos del plan viejo educativo curtimos nuestra mocedad con el francés como lengua extranjera. Con el cambio de modelo, se introdujo, por lógica, el inglés como segundo idioma en las aulas. Hay que decir, por contextualizar, que en la época de la que hablo el euskera era un idioma proscrito.
He de reconocer que mi entorno fue un tanto cateto en lo que a la lengua inglesa se refiere. Para mí, y para los míos, los actores de moda eran Espencer Traci y Tirone Pover. Vivíamos en un pueblo con una fábrica de la Firestone y el día que un automovilista perdido nos preguntó en la calle donde estaba la factoría de la Faiston le dijimos que en Basauri no, que sería en otro sitio. Analfabetos en lengua inglesa y, al mismo tiempo, esponjas que, como papagayos, absorbemos todas las influencias que la globalización comunicativa nos presenta. No es ya el Black Friday. Son términos como blog, target, storytelling, start-ups, post, online, coach, copyright, crowdfunding, e-book, e-mail, freelance, cash flow, brainstorming , influencer, test, fake news, low cost, fast food, slow food, VIP-Very Important Person, spot, trailer, spoiler, penalty, corner, wifi, fashion, celebrity, cool, selfie, footing, runner, ligh”, lunch, tupper, shock, snob...
Quizá por esta evidencia de mestizaje cultural y lingüístico general me río yo de todos esos que se rasgan las vestiduras porque el idioma castellano va a dejar de ser “lengua vehicular” en la educación, según se desprende del acuerdo alcanzado en el Congreso en relación a la Ley de Educación. Un nuevo texto que viene a derogar la Lomce. Esa ley Wert sí constituyó la normativa en la que, por primera vez, y a modo de adoctrinamiento político, se impuso la uniformidad en todo el Estado del idioma español como base vehicular, es decir, como modo de enseñanza obligatoria. Tal predominancia frente al resto de lenguas oficiales ha quedado, afortunadamente, corregida con la nueva legalidad que determina que las “administraciones garantizarán el derecho de los alumnos a recibir enseñanza en castellano y en las lenguas cooficiales en sus respectivos territorios”.
Por lo tanto, cuando se habla de un ataque al castellano, una vez más, la intencionalidad ideológica sustituye en el debate político a la realidad pues dicha prevención no se sustenta de ninguna de las maneras. Solamente se entiende en la conciencia uniformadora de los defensores de las esenciasque han sacado las banderas al viento saliendo de procesión para advertir, una vez más, de la ruptura de su España y reivindicar a lo don Pelayo la reconquista del espíritu patrio, que se verá resarcido a modo de recurso ante el Tribunal Constitucional.
Exagerar y falsear la realidad es algo común a lo que no nos terminamos de acostumbrar. El consenso de la ley de educación nada tiene que ver con el acoso al castellano anunciado por la derecha. O por la denuncia incomprobable de que dicha ley impedirá la libre elección de los padres del modelo educativo de sus hijos. No es verdad.
Tampoco lo es que el acuerdo alcanzado para que el Ayuntamiento de Donostia pueda hacerse con los terrenos que hoy ocupan los acuartelamientos militares en la ribera de Loiola suponga -como se ha dicho- la salida del Ejército español de Euskadi. ¡Qué más quisiéramos! El acuerdo presupuestario alcanzado solamente hace mención a las necesidades urbanísticas de desarrollo planteadas, unánimemente, por las fuerzas políticas representadas en el ayuntamiento donostiarra. Solamente eso, que ya es mucho. El resto es invención y manipulación.
Mentir, exagerar, provocar, amedrentar, nunca ofrece buenos resultados. Al contrario, arruina a quienes lo hacen. Aunque en un primer momento puedan cosechar los objetivos perseguidos generando desasosiego e incertidumbre en la opinión publica, a medio plazo esta estrategia de la confrontación permanente termina por pasar factura a quienes la practican. El ejemplo evidente es Donald Trump y su dinámica negacionista y de provocación, actitud que le ha conducido a la derrota y al ostracismo.
Lo mismo ocurrirá a los trumpistas españoles instalados en la hipérbole.
El Boletín Oficial del Estado acaba de publicar la decisión de un juzgado mercantil que ordenaba la extinción del partido político Unión Progreso y Democracia (UPyD). La desaparición, legalmente decretada, de esta formación se ha debido al impago de una deuda con una antigua empleada y ex eurodiputada de esa entidad. Era, por decirlo gráficamente, el certificado de defunción y enterramiento de una opción que en su momento clímax llegó a obtener más de un millón de votos en todo el Estado y cuyo objetivo era “regenerar la acción política”. Precursores de la política “sin complejos” fueron el ariete frente a quienes pretendían “romper España”, combatiendo con todo tipo de ardides y argumentos a los nacionalistas vascos y catalanes. Su propuesta era la “unidad española” desde la uniformidad “progresista” jacobina. Recordamos la mordacidad de sus dirigentes. Rosa Díez, Fernando Savater, Maite Pagazaurtundua, Mikel Buesa, Fernando Maura, Gorka Maneiro, Sosa Wagner, Irene Lozano, Nicolás de Miguel… Entre todos la mataron y ella sola se murió. En la hemeroteca se conservan sus excesos. Sus protagonistas -siempre coherentes- migraron antes de la quema. Unos a Ciudadanos, otros al PP y a Vox, e incluso alguna al PSOE.
Las rebajas han llegado al populismo. UPyD ha sido la primera. ¿Quién tomará el relevo en la liquidación? ¿Serán los naranjas quienes sigan sus pasos? Merke, merke! Saldo total. Black Friday.
El autor es miembro del EBB de EAJ-PNV