n las últimas elecciones que han tenido lugar en Euskadi, sean al Parlamento Europeo, municipales y forales del 26 de mayo de 2019 o las generales del 10 de noviembre del mismo año, fue significativo el escaso protagonismo que tuvo el medio ambiente para la mayoría de los partidos. Sin embargo, por el momento, no parece que esa sea la tónica de la actual campaña, en la que casi todas las formaciones políticas se han referido a diversas cuestiones relacionadas con el medio ambiente. Entre ellas, la gestión de los residuos, a raíz del desastre ambiental del vertedero de Zaldibar; la crisis climática; o la transición energética y el papel de las energías renovables.
Pero la realidad es que el próximo 12 de julio las vascas y vascos estamos citados con las urnas para decidir quién va a guiar nuestro futuro hasta 2024. En un contexto marcado por la dolorosa pandemia de la covid-19, el gobierno que emane de estas elecciones tiene el deber de abordar con mucha decisión y de manera transversal tanto la crisis ecológica-climática como la crisis económica que se avecina y las presiones crecientes sobre sectores públicos tan importantes como la salud, la educación, la ciencia y la investigación, etcétera. Llegó, pues, también la hora de votar por nuestra salud y la del planeta.
Sin duda, uno de los temas que en los primeros compases de la campaña electoral ha salido a la palestra es el derrumbamiento del vertedero de Zaldibar, donde todavía permanecen sepultados dos trabajadores, Alberto Sololuze y Joaquín Beltrán, después de más de cuatro meses. El grave desastre medioambiental del vertedero de Zaldibar pone en primer plano que la gestión de los residuos requiere un cambio de rumbo tras la necesaria discusión y debate en el próximo Parlamento Vasco. La defensa del medio ambiente, y en este caso de los residuos, debe de hacerse de forma responsable de acuerdo a criterios preventivos, ambientales y públicos, y no a criterios exclusivamente económicos. Debe de priorizarse el rescate de los trabajadores Alberto Sololuze y Joaquín Beltrán, como ya se viene haciendo, pero a su vez la empresa Verter Recycling, máxima responsable del desastre medioambiental, debe rendir cuentas de la gestión absolutamente nefasta que ha llevado en el vertedero y el Gobierno Vasco deberá esclarecer por qué las inspecciones realizadas no detectaron riesgo alguno para su estabilidad, lo que sugiere o insuficiencias en las tareas fiscalizadoras o la necesidad de una normativa más exigente.
En la gestión de los residuos en Euskadi hacen falta menos vertederos y más infraestructuras de tratamiento de residuos, con plantas de separación de residuos, de reutilización y de reciclaje. Además de apostar de forma decidida por la Economía Circular, definiendo requisitos exhaustivos de diseño circular para todos los productos. Estos requisitos han de asegurar la durabilidad, reutilización, reparación y reciclabilidad de los productos, asegurando la no toxicidad de sus materiales y el uso de recursos sostenibles.
Pero además hay otras cuestiones ambientales que deberán ser abordadas en la próxima legislatura vasca. Una de ellas, de vital importancia, es la emergencia climática y la necesidad de reducir más y más rápido las emisiones de gases con efecto invernadero que provocan el cambio climático. Tenemos una dependencia todavía muy grande de la importación de combustibles fósiles, algo absolutamente incompatible con cualquier medida que trate de evitar la subida de 1,5º C en la temperatura global de aquí a 2030, como urge la comunidad científica internacional.
Todo lo que no pase por aumentar la ambición en términos de reducción de emisiones y adaptación al cambio climático, ya que sus efectos se están dejando notar en la actualidad, en una ley vasca de cambio climático -estaba previsto que se aprobara en la pasada legislatura y tenía objetivos más ambiciosos que el proyecto de ley estatal aprobado el pasado 19 de mayo, pero que no pudo hacerse por la convocatoria anticipada de las elecciones al 5 de abril-, supondrá caminar directamente por el borde de un precipicio.
Por otra parte, la crisis de la covid-19 nos ha mostrado de manera dramática que proteger la vida pasa por proteger los ecosistemas. Los ecosistemas ricos en especies, complejos, funcionales y con interacciones ecológicas efectivas limitan el contagio y la expansión de patógenos. El efecto de amortiguamiento de la biodiversidad en el contagio de patógenos al ser humano se pudo demostrar en el caso del virus del Nilo y la diversidad de aves hace más de quince años. Desde entonces, los científicos han comprobado en sucesivos casos de zoonosis -el 70% de las enfermedades emergentes de los últimos 40 años han sido infecciones animales transmitidas a humanos- cómo la pérdida de especies y funcionalidad en los ecosistemas tiene consecuencias letales en nuestra salud. Por tanto, cuidar de la biodiversidad es un seguro de vida para nuestra sociedad y, por tanto, una inversión estratégica en lugar de un gasto.
La covid-19 ha puesto de manifiesto también que no puede derivarse toda la producción a otros continentes porque nos deja en una posición de extrema debilidad. Es necesario recuperar la producción de muchos bienes. No se trata de una autosuficiencia obsoleta, sino de mantener una capacidad de producción suficiente. De una nueva reindustrialización pero en verde.
Y en este campo también está el fomento de la soberanía alimentaria basada en la agroecología. Es necesario recuperar la producción de muchos bienes y entre ellos la de alimentos sostenibles y locales, recuperando y poniendo en valor a nuestro sector primario, a las y los baserritarras. Se trata de extender el concepto de km 0 y materializarlo.
Otro de los temas cruciales es el del empleo. Será necesario generar mucho empleo. Tenemos la oportunidad de diversificar lo más posible la economía, impulsando sectores como las energías renovables, la industria verde, la reutilización y reciclaje de residuos, la economía circular, el ecodiseño, I+D+i, etcétera.
Finalmente, urge repensar la ciudad. La pandemia y sus consecuencias han puesto en el centro del debate y en el foco de la discusión, cómo deben ser nuestras ciudades y nuestros municipios, cómo deben organizarse y se deben diseñar, que son algunas de las preguntas que están ahora en la mente de sus responsables, tanto políticos como técnicos. Convertir los espacios públicos en espacios seguros, avanzar hacia un modelo que cuestione las prioridades que ha tenido hasta ahora la movilidad motorizada, habilitar el comercio de proximidad para reducir los desplazamientos interurbanos, contar con unos entornos urbanos saludables en los que la naturaleza esté mucho más presente, son algunas cuestiones que habrá que tener en cuenta en las ciudades y municipios vascos poscovid.
El autor es experto en temas ambientales, Premio Nacional de Medio Ambiente y de Periodismo Ambiental 2019