Urnas
Hoy estoy apesadumbrado. Hace un rato, me han recordado que en breve llegan dos campañas electorales consecutivas y, al escuchar el dato, he notado cómo mi alma se desparramaba derrotada por el suelo, impotente ante lo que se avecina. Porque, a fuerza de ser sinceros, esto de atender como periodista a según qué políticos equivale a escabechinarse la sesera. Y más ahora, época en la que, al parecer, hay quienes han contratado barra libre para zaherir al personal en virtud de nosequé lógica ideológica e insultar la inteligencia de los parroquianos con una retahíla de ocurrencias que se descalifican por sí mismas. En fin, supongo que aguantar el chaparrón forma parte de los gajes del oficio. Sin embargo, con la acumulación de los años dedicados a este negociado de la sistemática acumulación de letras bajo criterios espurios, el aguante va perdiendo mordiente, el hartazgo aflora sin disimulo y la cara de amargado aparece sin demasiada contención cada vez que hay distribución de púlpitos en las calles para solicitar el voto a la concurrencia. Espero que esta forma particular de encarar la denominada fiesta de la democracia no se haya generalizado y que sea sólo una manía de viejo cascarrabias abrumado por las circunstancias.