¡Brexit!
la irrefutable prueba de que la campaña del Brexit era un mero ejercicio de populismo para agitar las bajas pasiones de un pueblo temeroso tras la voladura a plazos del capitalismo del bienestar es que detrás no había estrategia alguna ni un plan para el futuro. El objetivo no era salir de la UE, sino sacar votos, y no precisamente en un referéndum que los brexiters no creían posible y que Camerón convocó porque lo sentía ganado de antemano tras meter miedo a los escoceses, ironías del destino, con la salida de Europa, y salir vencedor. Se jugó todo a un caballo tras haber reventado la casa de apuestas, sin que le temblara el monóculo, perdió, se fue y dejó al personal corriendo de un lado para otro por Whitehall con los brazos en alto y anunciando a voz en grito el advenimiento del Apocalipsis. Ahora los chavs de Newcastle, el granjero de la oveja Shaun y las abuelas que hacen mermelada en su cotagge exigen respeto a su decisión, los escoceses se sienten estafados, en Irlanda del Norte vuelve a oler a pólvora y los piratas de la City izan la mayor. No importa, en el Parlamento cuenta más el honor que el pragmatismo y han enviado a Theresa May, remainer convencida, a humillarse ante Bruselas para suplicar que le mejoren en dos meses el trato que costó dos años cerrar. El portazo era previsible.