Tenemos una montada de aúpa el Erandio. El dueño del bar está dándose de cabezazos con la freidora de las croquetas del mediodía por haber tenido la idea de abrir el debate. Se le ocurrió hace unos días decir que nuestro querido local quiere en 2019 tener detalles especiales con los clientes habituales frente a los que, como dijo, vienen de fuera. Aquí se abrió una herida que ríete tú de la falla de San Andrés porque, claro, en este “los de nuestro bar deben tener preferencia” se pueden hacer muchas interpretaciones, como pasa con lo del American first de Trump o Los españoles primero no sólo de Vox. Los viejillos, que consumen poco pero se pasan media vida en el local, se han proclamado como los únicos capaces de ser bendecidos. Los del cortado mañanero también hemos reivindicado el título de alumbrados por el poder supremo, al igual que los de un equipo de futbito que sólo van los sábados pero que se dejan una pasta gansa en cerveza y pintxos. Los que están descojonados de la risa viendo a esta panda de inútiles más preocupados por su orgullo que por los problemas de verdad son los dos dueños-dependientes de la frutería de la esquina, que van todos los días a por su té, pero que tienen claro que no serán señalados por el dedo redentor puesto que nacieron en Senegal y son más negros que el betún.
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