hay quien sabe hacer las cosas bien y a otros no les sale ni aunque se empeñen. La despedida de Ibai Gómez del Alavés con rumbo al Athletic podría haber supuesto una brecha entre clubes y aficiones de proporciones siderales, tal y como suele suceder en este tipo de transacciones entre vecinos. Además, Ibai Gómez deja al club que le rescató tras ser poco menos que repudiado por, precisamente, el equipo que ahora se ha precipitado a repatriarle. El jugador ha crecido en Vitoria a lo largo de los dos últimos años y medio y ya era uno de los indiscutibles en las alineaciones alavesistas. Desde aquel mágico hat trick en Girona se ha erigido, además, en uno de los héroes principales en el meteórico ascenso del conjunto albiazul hacia la nobleza futbolística. Se va de un Alavés en puestos de Champions a un club peligrosamente cerca del descenso de categoría. Podría haberse interpretado como un gesto de desprecio del bilbaíno hacia el alavesismo. Y, sin embargo, el jugador se ha esforzado en quedar bien, en mostrarse agradecido, en explicar el porqué de las cosas. Ha evitado cualquier amago de portazo, al contrario. Su rueda de prensa y su vídeo de despedida son sencillamente perfectos. Ahora le toca volver a casa y nadie, creo yo, debería sentirse ofendido por ello.
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