anda estos días el líder del PP intentando que comulguemos con ruedas de molino. Lo que sea por apoderase de la poltrona andaluza y, de paso, intentar atraer a los votantes más fachas del espectro español, últimamente alineados con Abascal y su Vox. Pablo Casado es capaz hasta de renegar del pacto de Estado sobre la violencia machista con tal de vender su segundo puesto en Andalucía como un triunfo incontestable sobre el venido a menos, y no obstante ganador, PSOE de Susana Díaz. Enseguida se olvidó de aquello que tan ardorosamente defendía de otorgar el poder a la lista más votada para tildar de ilegítimo el Gobierno de Pedro Sánchez. Sin solución de continuidad, se avino a interiorizar la insoportable hipótesis de Vox de que el maltrato a las mujeres no es más que una fabulosa quimera inventada por las pérfidas zorras que quieren aprovecharse de los machos españoles. Al más puro estilo Trump, Casado no se corta ni un pelo al tergiversar las estadísticas para concluir que, en verdad, solo un 75% de los maltratos afecta a las mujeres. Con un par. La realidad es que se producen menos del 1% de condenas por denuncia falsa del más de un millón de denuncias interpuestas por mujeres desde 2009. La primera en padecer las verdades de Casado este año ha sido Rebeca, en Laredo.