La Navidad te pone a prueba. El nivel de buenrollismo es directamente proporcional al de egoísmo galopante. La línea que los separa es finísima; puede ser ese yoctosegundo entre la magia de hacer cola tres cuartos de hora para que tu niño se siente en las rodillas de Olentzero y el yoctosegundo en el que la pareja que está detrás de ti decide que incrustarte el carro de la compra en los riñones puede ser una buena manera de agilizar la espera en la caja del supermercado tras esos tres cuartos de hora. A mí la paciencia navideña me la han puesto a prueba a ritmo de Kiko Veneno y es que “en un Mercedes blanco llegó” el o la que aparcó su coche al lado de mi plaza en el garaje... y también encima, a la vera verita vera de mi puerta del conductor. Entonces, en ese momento en que ves que vas a empezar a jurar en sánscrito, vi a Olen-tzero, Santa Claus, Melchor, Gaspar y Baltasar, todos mirándome, como Yoda, Anakin Skywalker y Obi Wan Kenobi al final de El retorno del Jedi y me dije: tú tendrás que llegar al volante tras una contorsión de yoga digna de luxación mayor; pero éste lo tiene peor que o anda corto de vista y no ve la línea blanca que su coche sobrepasa con alegría, o es un torpe aparcando o, la hipótesis más dura, es un geta tipo Scrooge y está a punto de recibir la visita de los fantasmas de la Navidad. Así que ¡Feliz Navidad!