en contra de lo que mucha gente piensa, al menos hasta donde yo sé, los periodistas no pagan por filtraciones, algo que puede sonar muy peliculero pero que difícilmente pasaría el filtro, valga la redundancia, del departamento financiero de cualquier medio de comunicación en los tiempos que corren. Cuando alguien te cuenta algo no lo hace a cambio de dinero, pero siempre lo hace siempre por algo. Por eso, toda filtración trae consigo su punto tóxico. Siempre es parcial porque el filtrador cuenta las cosas desde su punto de vista, porque no dispone de toda la información o porque, y así suele ser en la mayor parte de las ocasiones, te viste al muñeco como le interesa. Además, una filtración puede echar a perder una investigación policial, un proceso de paz o unos presupuestos, y hasta le puede costar la vida a alguien. Rara vez, sin embargo, una filtración es mentira, por muy distorsionada que le llegue a su receptor. Por eso, mandar a la Policía a un periódico para requisar ordenadores y móviles en busca del chivato de una información relativamente floja para el caso concreto que nos ocupa, además de un ataque al derecho a la información y todas esas cosas muy dignas que se están diciendo, es indicativo de que se ha podido picar en una buena veta.
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