Ahora le ha tocado a Laura. Esa jodida ruleta rusa a la que jugamos las mujeres por el mero hecho de serlo. Un día sales a correr y no vuelves. Un día sales de fiesta con tu cuadrilla y no vuelves. Un día ni siquiera sales de casa porque el monstruo está dentro. Un día... Y ahora le ha tocado a Laura. Y el drama es que hemos perdido otra vida o, por ser más precisos, el drama es que nos han arrebatado otra vida por la simple y diáfana razón de que ser mujer. Así de triste y de brutal. Hemos decidido que sea la mujer la responsable de que no la agredan, de que no la violen, de que no la maten. Vete por ahí, no vayas por esa calle que es más oscura, no vuelvas sola, cuidado con la ropa que te pones, cuidado con la fiesta, cuidado con quien hablas. La violencia es responsabilidad de quien la ejerce, ya basta de justificar al agresor. La longitud de una falda o el itinerario de vuelta a casa no son un permiso a ningún agresor para ejercer ningún tipo de violencia, por nimia que pueda parecer. ¿Cuándo vamos a empezar a poner la lupa sobre ellos? ¿Por qué tenemos las mujeres que normalizar el miedo en nuestras vidas, responsabilizándonos indirectamente de los eventuales abusos o agresiones que podamos sufrir? Y al final, hoy Laura ya no está.