Sin consensos
Es una delicia comprobar cómo se desenvuelven quienes tienen la pretensión de gobernar esta dichosa ciudad, fiel, como ella sola, a su capacidad para triturar intenciones de consenso. Lo que otrora era un municipio que alardeaba de liderar políticas de corte social y cívico y de urbanismo ordenado e integrador, todo ello, asumido como estratégico por todas las acepciones, hoy se ha transformado en una especie de casa de los líos en la que es más fácil llevarse la contraria a uno mismo que avanzar en busca de nuevos hitos para el beneficio del común de los gasteiztarras. Supongo que al final, la capital y sus ciudadanos se mueven al ritmo de los nuevos tiempos que, guste o no, vienen acompañados por una tipología de político y de partido capaces de reeditar comportamientos egoístas en cualquier tipo de institución y estrato administrativo, de buscar el beneficio electoral y de obviar las necesidades de barrios y vecinos. En este contexto, la sucesión de propuestas sin visos de llegar más allá de una sala de prensa y la proliferación de dimes y diretes invitan al ciudadano a apagar el transistor y a dejar de escuchar a unos y otros por una falta absoluta de confianza. Y ojo, porque eso, de producirse, será un peligro mayor que la actual situación.