Reencuentros
La situación pintaba regular. Tirando a negra. Después de años de peregrinaje hostelero y de un retiro que aspiraba a ser honroso, este pasado fin de semana volvió a ocurrir: La cuadrilla salió unida en menesteres de ocio nocturno y, dadas las circunstancias, aquello amenazaba ruina. Entre todos apenas reuníamos pelo para manufacturar un peluquín y, de perfil, las fajas para apaciguar los años de almacenamiento abdominal apenas si lograban cumplir con su función oprimiendo a unos michelines criados en la abundancia. Pese a ello, y a un porte a medio gas, se intentó cumplir con el expediente con cierta solvencia, de bar en bar, como antaño e, incluso, con pretensiones y alardes bravos ante la chavalería que poblaba las calles de toda la vida. Lástima que los dolores en todas las articulaciones habidas y por haber, los deberes familiares ineludibles, los quehaceres laborales y la profusión de manzanilla para corregir ciertos vaivenes estomacales insistieron con tozudez en desarmar las intenciones. Se llegó hasta donde se pudo guiados por una osadía muy diezmada y por un pavo avejentado. Al final, supongo que será cierto aquello de que quien tuvo retuvo, pero no menos que lo de zapatero a tus zapatos. En cualquier caso, bendita cuadrilla.