Decía el miércoles Gabriel Rufián que “los ultimátums los carga el diablo”. Vito Corleone, aún convaleciente, reunido con los otros jefes de las familias intentando negociar la paz y traer desde Sicilia a su hijo Michael: “Si mi hijo resulta herido de muerte por un rayo, culparé de ello a los aquí reunidos”. El ultimátum de Quim Torra el martes a Pedro Sánchez se lee a continuación de la noche del lunes, con Torra sobrepasado por las acusaciones de traidor y por la imagen de los Mossos arrollados a las puertas del Parlament por un grupo de manifestantes que conmemoraban el 1-O e intentaron asaltar el Legislativo 24 horas después de que el mismo Torra animara a los CDR a seguir “apretando” en respuesta, otra vez, a las acusaciones de traidor que los CDR le habían dedicado tras las cargas de los Mossos del pasado sábado. El ultimátum de Torra lo desarmaron al día siguiente ERC y parte del PdeCat, evidencia de división que con todo el dramatismo tomó el Parlament en el Pleno del jueves: el acatamiento de la suspensión ordenada por el TS por el caso procés de los diputados presos y huidos desangraba una vez más la alianza de ERC y JxCat hasta el punto de que durante horas tomaba forma de manera muy seria la caída del Govern. Continuará.
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