una noticia impactante, sin duda, el hallazgo de un cadáver momificado de una mujer en un piso de Zabalgana. Al parecer, el cuerpo llevaba entre seis y ocho años, falta que sepamos lo que dictamine la autopsia, esperando en casa a que alguien lo encontrara. Y pasó el tiempo, mucho tiempo, y nadie daba con él. Y es precisamente esta circunstancia lo que más me llama la atención. ¿Cómo es posible que alguien muera en nuestra ciudad y tardemos más de un lustro en darnos cuenta? Cierto que era extranjera, ucraniana para más señas, y que probablemente no tenía familiares o amigos íntimos demasiado cerca. Pero no es menos verdad que la señora en cuestión llevaba más de diez años empadronada en ese piso y que las compañías de gas y luz hacía tiempo que le habían cortado el suministro por falta, lógica, de pago. No era una sin papeles aunque no abonara recibos de la comunidad ni tampoco cumplía con la declaración de la renta. Estaba, por tanto, tan fichada y controlada como cualquiera de nosotros. Y, sin embargo, y pese a los reiterados incumplimientos por su parte, se murió y nadie se preocupó por ella. No me explico que ninguna institución profundizara en su búsqueda, aunque solo fuera para cobrarle sus deudas. Algo falla en esta sociedad cuando pueden ocurrir cosas como esta.
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