Cloacas
Al parecer, son miríadas las personas a las que José Manuel Villarejo Pérez les infunde más miedo que un nublado. Diríase que el citado ha adquirido el rango de enfant terrible de la democracia española y se ha convertido por derecho propio en sinónimo de las denominadas cloacas del Estado, en las que, de existir y tirando de chispa, uno podría imaginarse sin problemas a un cochino revolcándose alegremente en sus propios excrementos. Vamos, que de entrar ahí, el común de los mortales debería hacerlo con una pinza en la nariz para evitarse mareos y arcadas. No sé si el excomisario retirado y hoy encarcelado por su presunta implicación en el caso Tándem se ha llevado la fama o también ha sido capaz de cardar la lana. Pero lo que parece evidente es que su capacidad de marujeo con la gente que corta el bacalao en España le ha servido para atesorar secretos que ahora están poniendo en un brete a más de uno y cimbreando alguno de los cimientos en los que se sustentan algunos poderes públicos. En cualquier caso, y tras examinar someramente a este personaje, creo firmemente en la capacidad de emprendizaje de este policía, que ha dado con la fórmula más eficaz para transformar los detritus en un lucrativo modo de vida.