defienden algunos, políticos de la oposición más que nada, que Pedro Sánchez puso el listón tan alto cuando no era presidente que ahora tiene que apechugar y descabalgar a todos sus ministros a los que se encuentre el más mínimo desorden fiscal o de comportamiento. El argumento de que Sánchez debe ser prisionero de sus palabras está siendo utilizado con profusión inaudita tanto por el PP como Ciudadanos. Incluso Pablo Iglesias se ha subido últimamente al carro exigiendo el cese del astronauta Pedro Duque. La portavoz Isabel Celaá habla de acoso y cacería por parte de sus adversarios políticos. Y también se muestra indignada con los medios de comunicación que han desvelado los pecadillos de sus compañeros y con los que aprovechan las circunstancias para criticar al Gobierno. Esto debe ser inadmisible, al menos así lo cree Celaá, y justifica por tanto su apoyo al camino abierto por la vicepresidenta Carmen Calvo encaminado a regular la libertad de prensa. Censura, o sea, algo que ni siquiera el díscolo Donald Trump se atreve a defender. Peligrosa andadura la emprendida por un Gobierno que, por otra parte, es incapaz de desmontar ni una sola de las informaciones aparecidas en los últimos tiempos. Al menos, parece que a partir de ahora mentir estará mal visto. Algo es algo.
- Multimedia
- Servicios
- Participación