Alguna vez creo haber escrito por aquí que Los Simpson son el oráculo de Delfos de nuestro tiempo. Me declaro muy fan de episodios como los dedicados a Mapple o al monorraíl. Hay un capítulo en el que Bart y Milhouse descubren un sala secreta en la tienda de cómics en la que el vendedor atesora vídeos comprometidos de los habitantes de Springfield y deciden montar pases privados para sus colegas por un módico precio. La sala está oculta tras un póster, en un sótano oscuro. ¿Se han imaginado cómo sería la sala en la que el excomisario Villarejo fue guardando sus grabaciones a lo largo de los años? Los tiempos digitales, aunque más prácticos, son mucho menos románticos. Supongo que habrá discos duros y gigas de archivos en la nube, aunque me tienta imaginar algún siniestro y lúgubre almacén con estanterías llenas de cintas perfectamente clasificadas y cubiertas de polvo bajo una bombilla que se balancea lentamente del techo con el aire al abrir la puerta. Parece que lo llaman cloacas del Estado, aunque la porquería de estas cloacas empieza a ascender peligrosamente por encima del subsuelo. Alcanzó nada menos que a un ex jefe del Estado y ahora a toda una ministra de Justicia. Y parece ser que el excomisario amenaza con nuevas entregas.
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