Actualidad
No les voy a engañar. Seguir al pie del cañón periodístico cuando el calendario certifica día sí y día también que el mes de julio discurre sin demasiados miramientos se hace muy cuesta arriba. Y eso que uno llega con ánimo a la redacción, con ganas de enfrentarse a la rabiosa actualidad con determinación y con la pasión que se le presupone a un enamorado de su profesión. Pero, sin tormentas de por medio y sin catástrofes naturales o humanas que llevarse a la boca, la rábida cobertura que hacer a la nada se complica de manera sorprendente. En este punto, mi ateísmo practicante tiende a mimetizarse para dar gracias a Dios, o a la providencia, o a la conjunción de ambas, cada vez que en pleno verano surge alguno de esos pronunciamientos de carácter político que abundan en estos lares, alguna de las expresiones culturales de arraigada tradición que están ancladas a la realidad gasteiztarra o cualquiera de las pequeñas culebrillas de verano que son capaces de estirarse con el ánimo de acolmatar las páginas de este diario que, por desgracia, acostumbran a amanecer vacías cada día a la espera de un poco de mimo informativo. Lo único bueno de todo esto es que cada día que pasa, mis vacaciones están más cerca. Y eso sí que anima.