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Fútbol es fútbol

Lo siento en el alma, pero esta situación es insostenible. No puede ser que un partido de fútbol se pueda rearbitrar sobre la marcha para evitar las injusticias derivadas de las decisiones erróneas del trencilla de turno y de su equipo de subalternos. Así se desvirtúa por completo el deporte rey que, hasta lo que yo sé, consistía básicamente en fomentar todo un catálogo de polémicas y agravios (reales o ficticios) para dar de comer a un mundo de variopintos profesionales y de qué hablar a una pléyade de aficionados, habitualmente, acodados en la barra de un bar huérfanos de alicientes ajenos al abanico de balón-pies propios y extraños. Desde la llegada del dichoso VAR (éste con v), uno ya no puede berrear a gusto contra el árbitro ni acordarse de los familiares directos del juez de línea con cierta profusión de descalificativoscada vez que el equipo del alma la pifia. Y eso sí que es imperdonable, porque un deporte que se precie tiene que ser aliado directo de la mala baba retenida y actuar como catalizador de las desmotivaciones y de las resignaciones generalizadas del personal. Ahora, con la seguridad del acierto, ¿cómo se va a encauzar esa inquina que se escapaba a espumarajos cada vez que el colegiado pitaba en contra? A veces, las cosas están bien como están, ¿o no?