Listillos
El mundo, me temo, es -al menos durante unas cuantas horas al día- de los listillos. Nótese que hablo de listillos, no de listos. Sucedido. Parking completo en una ciudad vasca y fila de coches aguardando turno para ir entrando según vayan saliendo vehículos de su interior. El goteo de salidas y entradas es continuo, no hay nervios. La hilera cruza un paso de peatones. La fila avanza y uno de los coches, llamémoslo coche 1, observa al avanzar que si se pega al que le precede -que ya se ha vuelto a detener en la espera- bloqueará el paso de cebra, por lo que respeta la franja de líneas blancas. Otro coche, pongamos que el coche 2, avanza sobrepasando sin prisa la cola por la derecha. No hay peatones en ese momento cruzando el paso de cebra, pero el coche 2, porque él lo vale, por guapo y porque sí, porque el karma le está reservando esa mañana ese espacio mientras el coche 1 y otro par de atontaos esperan prudente y pacientemente, mete el morro y medio coche con él delante del coche 1, bloqueando de paso el ídem de peatones. Que se jodan ellos también claro. Coche 1 y coche 2 tardan menos de cinco minutos más en entrar y aparcar en el parking. La vida sigue. Y, desde la atalaya de espectadora, piensas: listillo. Igual, ni siquiera se percató de la jugada. En fin.