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Poesía

Mantengo una controversia interna entre la ciencia, el avance del conocimiento, la tecnología... y la deshumanización. No puedo evitarlo. Me disgusta ir a una gasolinera y que ya no haya nadie para atenderme al repostar, me molesta bastante ir a hacer alguna gestión bancaria y que me recuerden -casi como una advertencia- que podría hacer lo mismo por internet, me repatea los higadillos viajar en avión y tener que hacer el embarque online y facturar la maleta con una máquina que, sí, es superintuitiva y tal. Del smartphone y Whatsapp, ni hablamos. En algunos momentos ruego por una caída masiva y mundial de internet o por que llegué ya la rebelión de las máquinas y que se pasen las leyes de Asimov por el arco del triunfo digital, lo que sea más rápido. Luego, como un rayo de tenue luz en la oscuridad, ocurren cosas. Por ejemplo, como leí hace unos días, el hallazgo en una playa de la isla de Wedge, en Australia, de una botella con un mensaje dentro. La nota estaba datada en 1886, el 12 de junio. La botella, de ginebra holandesa. El capitán del barco alemán Paula la había lanzado pidiendo que fuera devuelta al Observatorio Naval Alemán. La veracidad de la historia ha sido confirmada por el Museo de Australia Occidental. Estudiaban las corrientes oceánicas. Ciencia. Poesía. Reconciliación.