Síguenos en redes sociales:

Mirando a las urnas

Cualquiera que siga un poco la cosa político-electoral -lástima que estos conceptos hayan quedado tan indisolublemente unidos, aunque tampoco tengo claro si alguna vez no lo estuvieron- sabrá que, al menos en el espacio geográfico del Estado español, hay tradicionalmente dos santos griales para alcanzar La Moncloa. El primero, sin duda, es esa muchas veces difusa zona denominada centro. El centro, en buena medida por obra y gracia de la Transición, ha decantado el inquilino presidencial según cuál de los dos actores del bipartidismo dominante del sistema haya ido acertando o equivocándose a la hora de seducir a este espacio. El segundo, también sin duda, es el colectivo de jubilados y pensionistas. En torno a nueve millones de votantes. Más o menos el 25% del censo electoral. Suponiendo que este grupo se comporte en la línea global, cabría suponer que más o menos se habría abstenido un tercio de ellos en las últimas generales, así que fueron a votar unos seis millones de personas. Por supuesto, el voto de este colectivo no es uniforme, pero ¿se imaginan cabrear a un colectivo potencial de seis millones de votantes activos? Pues en el PP empieza a cundir la idea de que quizá lo hayan conseguido. La prueba, la zanahoria que ha enseñado Montoro con la rebaja limitada del IRPF. No es la primera vez que habla de ella.