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Amor a la bandera

En este negociado, las circunstancias acostumbran a ser hilarantes. Y lo acostumbran a ser con una frecuencia superior a la necesaria, al menos, desde un punto de vista médico, ya que con tanto disparate se hace complicado disfrutar de una salud mental adecuada dentro de unos parámetros idóneos. De hecho, a estas alturas de la película, el que escribe y suscribe esta retahíla de deslavazadas reflexiones empieza a tener serios problemas para distinguir la realidad de la ficción novelada. Pese a ello, una vez en faena, conviene revisar tanto la una como la otra, porque una acusación de sedición contra un jefe policial en una democracia moderna como ésta en la que se supone que aún moramos puede tener la misma verosimilitud que una conocida publicación, que suele decorar su primera página (fundamentalmente) con señoras y señoritas escasas de ropa, en la que aparece un reportaje gráfico estelar de una senadora alavesa envuelta en la bandera del territorio histórico y que destaca como prócer de la patria, entre otros muchos hitos y asuntos, por acumular en el pasado notorias deudas en el pago del alquiler de la vivienda social que ocupaba pese a tener un sueldo más bien notable por su labor como electa pública. Comprenderán que los ojos me hagan chiribitas.