La intensidad, dimensión y crudeza de sus conflictos no han sido comparables, tampoco la realidad política ni, por tanto, los procesos que les ponen fin. Las bases económicas, situación sociocultural y horizontes de desarrollo no guardan similitudes, tampoco las realidades empresariales ni, por tanto, las necesidades que presentan o los intereses que les mueven. Sin embargo, en un momento global que parece marcado por la unilateralidad de las decisiones y en el que el diálogo y la búsqueda de acuerdos de interés común se antojan relegados del ámbito diplomático, el viaje del lehendakari, Iñigo Urkullu, ha permitido comprobar que, pese a sus evidentes diferencias, Euskadi y Colombia comparten los objetivos del la paz, del desarrollo de sus economías y del bienestar en sus respectivas sociedades y, en consecuencia, deben ser capaces de compartir e intercambiar capacidades y experiencias y, en su caso, de colaborar en la consecución de los objetivos recíprocos. Hay mucho de ese esfuerzo común en el ofrecimiento para analizar, en el ámbito de la paz, la realidad de las víctimas o los cauces de mejora de la convivencia, los procesos de reinserción y reconstrucción social o los programas de educación en valores para la paz, que el propio lehendakari Urkullu presentó al presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, y al alto comisariado para la Paz, Sergio Jaramillo, en su reunión del jueves. Pero también lo hay en el análisis que el Gobierno Vasco, junto a la Spri y las Cámaras de Comercio vascas han realizado de la necesidades estratégicas de Colombia y las posibilidades de participación en las mismas de empresas vascas, determinando siete proyectos con más de quinientos millones de inversión. O en la cooperación vasca en el desarrollo urbano a través de los programas dedicados a las ciudades sostenibles y las ciudades emblemáticas. Y, a medio camino entre la política y la economía, en la posible aplicación del modelo cooperativo a la gestión de tierras que tan crucial para la convivencia y la paz puede resultar en tantos departamentos colombianos. Porque sin negar o disfrazar las diferencias de las respectivas realidades de Euskadi y Colombia, al igual que las hay en toda relación entre cualesquiera dos sociedades o naciones, es posible hallar intereses coincidentes que confirman la conveniencia de no encerrarse en la unilateralidad.