Etimológicamente, recordar proviene del latín re -de nuevo- y cordare, de cordis, corazón. Recordar es una bellísima palabra, por su significado literal, por ese camino que señala su origen pero, sobre todo, porque el recuerdo nos va construyendo nuestra particular historia como seres humanos, para bien y para mal. Así que, en el fondo, que el corazón aparezca ligado etimológicamente a recordar tiene mucho sentido. Y siempre he tenido la convicción de que los buenos momentos, los que construyen los recuerdos felices en nuestra memoria, lo son o lo son más porque fueron compartidos. Hay quienes recuerdan aquella final de Dortmund porque la vivieron en vivo en el estadio, o por televisión, con la cuadrilla, con la familia, en un bar rodeado de desconocidos a los que quizá solo les unía en ese momento el común interés por un equipo o en la redacción de un periódico como es mi caso... Hay quienes siquiera habían nacido entonces. Y hay quienes entonces disfrutaron y sufrieron y ya no están. No somos los mismos hoy. Otra final. Otra ocasión para compartir. En Madrid, en Gasteiz, en cualquier rincón de Araba, en cualquier lugar del mundo donde alguien tenga ganas de encontrarse con otros en los colores albiazules. Una noche para recordar.
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