Es innegable que las decenas de casos de corrupción que afectan directamente al PP, con cientos de cargos públicos implicados y su extensión a todos los niveles administrativos e institucionales provocan una situación de grave crisis e incluso un estado excepcional en democracia, como señalaba ayer Pablo Iglesias al anunciar una moción de censura contra el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy. Si la actitud indolente de éste al afrontar la sucesión de tramas corruptas en el seno de su partido que eran investigadas por la justicia se antojaba ya motivo suficiente para cuestionar su continuidad al frente del Ejecutivo, los ya nada soterrados intentos de control por el Gobierno de la actividad judicial en torno a los mismos convierten en urgente una desinfección del sistema que no puede dirigir quien, como Rajoy, ha fomentado por omisión y por acción la extensión de la podredumbre. Efectivamente, hay motivos, más que suficientes, para una moción de censura que acabe con el estado del Estado. O para que el propio Rajoy, dado que hace apenas diez meses ganó -sin que se conocieran los últimos casos de corrupción, eso sí- las últimas elecciones, ponga su cargo a disposición del Legislativo mediante una moción de confianza. Pero las usadas por Podemos no son formas, al menos no las formas en que una moción de censura puede contribuir a modificar las cosas. La formación morada tiene, por supuesto, capacidad para presentar la moción, ya que sus 67 diputados doblan el número mínimo necesario -la décima parte de los escaños, según el art. 113 de la Constitución-, pero carece de fuerza para sacarla adelante, pese a lo que ha lanzado la iniciativa sin siquiera discutirla con el resto de la oposición, que necesita si pretende, de verdad, cambiar el Gobierno y no, como resultaría de una moción fracasada, fortalecer la posición de Rajoy. Pero Pablo Iglesias, seguramente, no busca cortar por lo sano con la descomposición institucional, sino retar a un PSOE en plena batalla de las primarias y, si acaso, evitar lo que se intuye como adelanto electoral en el caso, bastante probable, de que el PP no pueda sacar los presupuestos del Estado, toda vez que tampoco Podemos se halla en situación de afrontar una nueva cita con las urnas. Más claramente, Iglesias no busca regenerar, sino resituarse como una alternativa que, sin embargo, demuestra no ser.
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