Cantaba Gloria Gaynor. No puedo imaginármelo en el trance, pero siempre he supuesto que debe de ser la canción favorita de Mariano Rajoy en el karaoke. Rajoy vivía hasta hace unos días un momento relativamente dulce: sin apenas oposición operativa en el Congreso -con el PSOE entretenido en sus reyertas internas y Podemos subido a un tramabús efectista pero poco más-, organizando minicumbres europeas y codeándose con los grandes de la Unión, la macroeconomía mejorando y acariciando ya un acuerdo para aprobar los Presupuestos... Hasta el lunes. Primero fue la reactivación del caso Rato; el martes, su citación como testigo en el juicio del caso Gürtel y la guinda llegó el miércoles, con la operación Lezo. Sería difícil establecer un ranking, pero la semana horribilis no debe de andar muy lejos en poner a prueba las aptitudes zen del presidente de algunos momentos álgidos del barrizal de los papeles de Bárcenas. Es curioso porque quizá en otro momento la caída con todo el equipo de Ignacio González incluso habría sido una buena noticia para Rajoy, no en vano fue mano derecha de Esperanza Aguirre, lideresa de la oposición a Rajoy en el partido. Viendo el panorama, Rajoy ha adoptado la posición de perfil que tan buenos resultados le ha dado. Y probablemente sobrevivirá también a esta semana horribilis.
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