te han pillado con el carrito de los helados y, en lugar de refugiarte en tu casa compungido y avergonzado, sales ante los medios de comunicación con la calva bien alta y lanzas un discurso intragable, patético, infumable y vergonzoso. “Dejo la presidencia de Murcia para salvarla del tripartito que iba a venir. Lo hago por la gente, por Murcia”, espetó ayer justo un día después de ver cómo se ampliaba su implicación en casos de corrupción. Caso Auditorio y ahora también caso Púnica. A ver si va a ser cierto que -como él mismo denunció ayer en su fabulosa comparecencia pública- Pedro Antonio Sánchez es víctima de una cacería política por parte de sus pérfidos rivales y de esos jueces y fiscales que, al parecer, solo se guían por lo que leen en los periódicos para decidir quién merece ser imputado (ahora investigado). Ni pedir perdón ni asunción de errores ni muestra alguna de arrepentimiento por haber sometido a Murcia, su Murcia, en este fregado de corruptelas. Por supuesto, sigue como presidente regional del partido y ni hablar de renunciar al acta de diputado, que eso le asegura su condición de aforado además de un jugoso sueldo con el que relamerse mejor las heridas. Una broma, otra más, a la que debería estar acostumbrado. Pero no me resigno...