Europa celebra hoy en Roma -en el Campidoglio donde el 25 de marzo de 1957 Alemania, Francia, Italia, Bélgica, Holanda y Luxemburgo firmaron los primeros tratados de la CEE- el sexagésimo aniversario de aquella cita considerada el embrión de la Unión Europea. Pero haría bien esta UE de hoy en recordar también otra cumbre, más reciente, en el mismo Campidoglio, la colina que albergó el poder imperial romano. Porque el 29 de octubre de 2004, casi medio siglo después del Tratado de Roma, 25 jefes de gobierno firmaron lo que pretendieron que fuese el destino de 300 millones de europeos, aquel Tratado Constitucional rechazado después por los ciudadanos de Francia y Holanda... lo que obligó al Consejo Europeo, por impulso de Alemania, a convocar dos años después, en 2007, hace diez años ya, la conferencia intergubernamental de la que nacería el Tratado de Lisboa para sustituir a la Constitución fallida. Y hoy es fácil percartarse del error, escrito con grandes letras sobre la foto de familia de los entonces 25 (27 hoy, cuando está a punto de consumarse el Brexit), que definía el proyecto: “Estados de Europa”. Porque esta Europa, sesenta años después, sigue sin encardinar, sin encarnar, institucionalmente aquella otra que pensaron Schumann, De Gasperi, Adenauer... Una Europa superadora, aunque no ignorante, del cálculo mercantil o de los límites e intereses estatales para forjarse comunidad de ciudadanos, sociedades y pueblos, de principios y derechos, y que por el contrario ve ahora, 2017, cómo se levantan de nuevo las fronteras y crecen los ultranacionalismos mientras se cuestionan aquellos principios y derechos y su capacidad de actuación, de decisión incluso, se ve sometida al veto de los estados adheridos no para construir Europa sino para vivir, parásitos, en ella. Pero situar, como hace el texto de la declaración conjunta que adoptarán hoy los 27, los retos de la UE en el terrorismo y la inmigración y sus prioridades en la seguridad o el progreso económico es, simplemente, más de lo mismo. Los conservadores británicos que hoy apuntalan el Brexit acuñaron en las elecciones británicas de 2005 un lema en forma de pregunta a los ciudadanos: Are you thinking what we are thinking? (¿Estás pensando lo que nosotros pensamos?). Y el problema de Europa es que ni se detiene a pensar en lo que sus sociedades, sus pueblos, sus ciudadanos, piensan.