La Asamblea nacional de Podemos -conocida como Vistalegre II- ha ratificado por amplísima mayoría el ya de por sí indiscutido liderazgo de Pablo Iglesias, que sale muy reforzado de su pulso con el hasta ahora número dos Iñigo Errejón, lo que le confiere plenos poderes en la formación morada. Era difícil, pero Iglesias sale aún más líder del cónclave madrileño, mientras Errejón cosecha una derrota sin paliativos. La tarea que tiene por delante el renovado secretario general de Podemos es doble. En primer lugar, en el ámbito interno, Iglesias deberá gestionar con inteligencia su incuestionable victoria. Deberá entender que, tal y como su propio partido demanda, por ejemplo, de Mariano Rajoy, una mayoría absoluta como la que dispondrá en el Consejo Ciudadano en los próximos años no significa un aval absoluto ni a su persona ni a su gestión ni a sus políticas. En su discurso de clausura de Vistalegre II, Iglesias dijo haber entendido el mensaje de las bases, que exigieron durante todo el cónclave unidad y humildad, y prometió que actuará conforme a ese “mandato”. La personalidad del máximo dirigente morado obliga, sin embargo, a mantener un alto grado de escepticismo y cautela. No se trata solo de que Podemos sea una formación nueva y muy plural en su composición o de que durante el proceso se hayan generado numerosas desconfianzas personales, sino de que el germen de la división generada tanto por los egos personales como por la propia identidad, funcionamiento y objetivos del partido sigue anidado en los círculos. Iglesias, en este sentido, deberá suturar heridas admitiendo e integrando las discrepancias. Su promesa de mayor “humildad” deberá ser, si cabe, aún más trabajada porque enlaza directamente con el otro objetivo declarado de la formación tras Vistalegre II: convertirse en la alternativa real de gobierno tanto frente al PP como frente al PSOE. Está por ver que el nuevo Podemos, tras las líneas estratégicas marcadas en su Asamblea -caracterizadas por un mayor populismo izquierdista que prioriza la calle frente al trabajo institucional-, sea capaz, con Pablo Iglesias y su equipo a la cabeza, de concitar las mayorías sociales suficientes. Por otra parte, Podemos Euskadi queda desdibujado y muy tocado ante la derrota de su apuesta por Iñigo Errejón, lo que le puede abocar a su enésima crisis interna.
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