lo que debería haber sido la antesala a la fiesta de la final de la Copa acabó convirtiéndose en una jornada negra en la historia reciente del Deportivo Alavés. La deleznable agresión a hinchas del Barça por parte de medio centenar de encapuchados en un bar de Nieves Cano desacredita a una ciudad, hasta ahora, conocida por su amabilidad y capacidad para acoger a los visitantes. Los que tanto hemos criticado el hostil recibimiento que han sufrido nuestros aficionados en viajes a otros campos vemos que no somos tan distintos al fin y al cabo. Al menos a mí, me causa mucha vergüenza compartir ciudad con estos cobardes macarras de cara tapada, armados con barras y bates atacando en franca superioridad numérica a unas personas cuyo principal pecado, supongo, es ser hinchas del Barcelona. Cincuenta locos desalmados contra veinte turistas que estaban tomándose algo en una terraza. Mesas y sillas volando, un herido grave trasladado al hospital y varios contusionados. Lamentable e injustificable desde cualquier punto de vista. Luego se jugó el partido y el Barcelona vapuleó sin piedad a un Alavés demasiado fallón y contemplativo. Desde luego, un nefasto preámbulo de la final que se avecina... dentro y fuera del campo.