cinco eternos años masacrando a un pueblo en nombre de la yihad, los unos; y del viejo panarabismo laico los otros. Tontos útiles que degüellan inocentes en Irak y en Siria, y listos inútiles que se rasgan los trajes y las corbatas en Bruselas cuando los peones barbudos de Occidente sacan a pasear el kalashnikov por París o por la mismísima capital de los burócratas europeos. Y la gente normal asustada, desconcertada, buscando culpables entre los cadáveres que flotan en el Mediterráno. Hay muchas verdades paralelas en esta amalgama de realidades religiosas, económicas y geoestratégicas, pero por detrás de todas ellas subyace una verdad superior: los buenos y los malos, con papeles intercambiables y ante la atenta mirada de los chinos, han jugado al Risk sobre un tablero manchado con la sangre de los niños y niñas de Alepo, de Niza, de Mosul o de El Cairo. Ahora los parados de Ohio han puesto en la Casa Blanca a un garrulo que a su vez ha fichado para patrullar el planeta a un empresario de los hidrocarburos amigo de Putin, y las agencias de inteligencia que escriben el guión de esta película de terror, sus amos y sus socios tienen que improvisar sobre la marcha. Mientras, los nuevos amigos esperan a que el Ártico se derrita del todo para conquistar sus fondos preñados de gas y petróleo.